La Razón (Cataluña)

Que Felipe vuelva a los bonsáis no significa que añore la Moncloa, creo

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Diario de un viejo que le grita al televisor

No es verdad que las aficiones nos protejan de las pasiones: empezó con los bonsáis cuando aún le apasionaba el poder, ¿no? Ahora ha vuelto a ellos en su confinamie­nto extremeño junto a

en la finca «El penitencia­l». Pese a tal nombre, este Felipe que

Felipe González García Vaquero Mar

nunca fue penitente jamás le perdonará a

lo que le está haciendo a su PSOE. Allí respiran en soledad aires puros. También se dedica a la escultura, no se sabe si en plan o pero sí que decora la casa con sus obras y con los viejos muebles familiares que restaura Mar. ¿Qué interpreta­ción psicoanalí­tica podemos intuir en este retorno de Felipe al cultivo de los árboles diminutos? ¿Es una fina alusión

Sánchez Giacometti Botero,

a la japonesa del enanismo que ve en la política actual? ¿Al circo en el que crecen los enanos? ¿A su definitiva decisión de andarse por las ramas? Difícil diagnóstic­o cuando no sabemos si practica el estilo Chokkan (verticalid­ad del árbol), el Moyogi (verticalid­ad informal), o el Kengai (en cascada: el árbol puesto cabeza abajo). Desestimad­a la cascada por razones de edad (79 años) y la atenta presencia de Mar, que siempre impone, puede que su estilo preferido sea el Fukinaghas­i, también conocido como «barrido por el viento»: el árbol inclinado a un costado. Parece indudable que, como a todo buen socialista que se precie y a medida que ha ido sumando dinero y años, los vientos le han llevado al escepticis­mo aburguesad­o, o sea, hacia un centrismo bonsái socialdemó­crata bien esculpido. Si después de los bonsáis se dedicara a hacer haikus, podría escribir: «La mariposa felipista revolotea/ya exangüe/ante el sanchismo» o «En mi razón/ están todas las dudas/que Sánchez no tiene».

No creo que le tiente volver a la Moncloa por asalto ni que siquiera sienta nostalgia de la afición al billar que le inculcó ni de las noches de whisky, flamenco y puro habano cuando le cantaba fandangos en la «Bodeguiya»: «Que a las puñaladas traperas/ yo nunca me acostumbré/ más vale saberlo a tiempo/para nunca más volver…».

Coll, Lebrijano El

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