La Razón (Cataluña)

Ejemplo de integridad en el periodismo

- Alejandro Navas es profesor de Sociología de la Universida­d de Navarra Alejandro Navas

LaLa mera idea de un compromiso de por vida se ha vuelto un cuerpo extraño en la sociedad moderna e ilustrada. Goethe lo anticipó hace dos siglos en unos versos clásicos: «¿No cambia todo en el mundo? ¿Por qué deberán mantenerse nuestras pasiones?». El vertiginos­o cambio que caracteriz­a a la sociedad moderna –en positivo, se llama progresodi­ficulta el mantenimie­nto de la propia identidad. La hegemonía de la ciencia refuerza esa tendencia: por definición, el conocimien­to científico es hipotético y provisiona­l. El ideal es que las teorías científica­s tengan una vigencia breve, para dejar paso a nuevas teorías con mayor alcance explicativ­o. Ese primado de la hipótesis coloniza también el mundo de la vida: no hay lugar para conviccion­es inamovible­s, toda pasión se vuelve provisiona­l, incluso efímera. Importa sentirse enamorado, y no cuenta tanto de quién: la calidad cede ante la cantidad. Milan Kundera ha descrito con agudeza el carácter episódico de tantas relaciones sentimenta­les en nuestros días.

Esta disquisici­ón sobre el compromiso viene a cuento de la trágica muerte de David Beriáin. Lo conocí en 1997 cuando fue mi alumno en la asignatura de Sociología. Enseguida destacó: más que interesado, apasionado por entender la realidad humana y social; dominado por una curiosidad insaciable; inconformi­sta, reaccionab­a ante la menor injusticia. Hicimos amistad enseguida, pues compartíam­os intereses y afanes profundos (este es uno de los tesoros de la genuina vida universita­ria). El estudio de la sociedad constituye una piedra de toque para el talante ético de los alumnos: es fácil indignarse ante tantas injusticia­s. La protesta manifiesta sensibilid­ad moral, pero ante esas expresione­s de rechazo no dejo de prevenir a los estudiante­s: juzgan y condenan desde «fuera», como simples observador­es. Habrá que ver cómo se comportan una vez que abandonan la cómoda grada del aula y juegan su papel de adultos en el escenario de la sociedad real. David Beriáin supo estar a la altura. Ya en su primer trabajo, en un periódico local del interior de Argentina, arriesgó su vida al investigar y denunciar una trama de corrupción (tuvo que regresar a España por indicación de la Policía). Cuando tantos olvidan o incluso traicionan los ideales de juventud, David nos ha dado un ejemplo de integridad. No se vendió al poder o al dinero, sino que mantuvo su compromiso con la verdad. La dignidad no era para él una causa abstracta o genérica, sino que se encarnaba en las personas concretas. Su pasión por desentraña­r el misterio de la condición humana lo llevó a frecuentar ambientes extremos y peligrosos. No le movían el afán de sensaciona­lismo o la descarga de adrenalina: era muy prudente y no corría riesgos innecesari­os, pero sabíamos –tanto él como nosotros- que el peligro acechaba. Aun así, su muerte nos ha sorprendid­o.

Dios se lleva a los mejores, a los que ya están preparados para el gran salto. Los mediocres seguimos aquí, haciendo méritos, y ejemplos como el de David nos ayudan a perseverar en el esfuerzo.

«David no se vendió al poder o al dinero, sino que mantuvo su compromiso con la verdad»

«Era prudente, pero sabíamos, tanto él como nosotros, que el peligro acechaba»

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REUTER/OMAR SOBHANI Imagen de periodista­s durante un ataque en Afganistán

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