La Razón (Cataluña)

Zahara: un disco que pone el dolor por delante

La artista exorciza los abusos y malos tratos que ha sufrido a lo largo de su vida en «Puta», su nuevo disco, cuyo título se ha colocado en una banda de concurso de belleza para superar el dolor

- POR ULISES FUENTE

Ella quería hacerlo de otro modo. «Tenía claro el título del disco. Era el que, después de ‘‘Santa’’ y ‘‘Astronauta’’, iba a acerrar el círculo, bajar a lo terrenal. Iba a hacer un disco conceptual sobre la historia de las mujeres», explica Zahara (Úbeda, 1983), sobre su nuevo trabajo, titulado «Puta». Sin embargo, las cosas no salieron como estaban planeadas. Tras una serie de explosione­s internas, el disco no habla de mujeres en abstracto, sino de su propia experienci­a, de los abusos y del maltrato que ha sufrido a lo largo de su vida. «Llevaba un año de terapia con mi psicóloga y para mí es fundamenta­l contarlo. Venía haciendo un trabajo de escarbar dentro de mí y a eso se sumó el parón del confinamie­nto. Me tuve que enfrentar a mi soledad y a la vulnerabil­idad en la que me encontraba. Entonces, vi el documental sobre Taylor Swift, y exploté del todo», cuenta sobre un trabajo nacido del dolor y que narra episodios desgarrado­res desde que, en el colegio, le pusieran el apodo de «Merichane» y, claro, de «puta».

Señalada

Resulta difícil hablar y escribir de lo que Zahara ha padecido. Le pedimos que cuente lo que quiera contar. «No sientas pudor preguntand­o por ello –reclama–. Yo lo canto en el disco. Sufrí maltrato psicológic­o varias veces y maltrato físico en una. ¿Que abusaron de mí? No pasa nada, ya lo he contado yo», comienza la artista sobre las agresiones más terribles a las que se ha enfrentado, bloqueando algunos recuerdos, como el del abuso que padeció en la infancia, como mecanismo de defensa. Pero no solo ese tipo de agresiones, sino otras más difusas. Cuando empezaron a trabajar en el disco, Martí Perarnau, productor del álbum y compañero de la banda de Zahara, le confesó que había oído hablar de ella antes de conocerla y sentía que se hacían comentario­s crueles a los que no sabía cómo enfrentars­e. «Ojalá hubiera podido defenderte. No lo hice porque no lo sabía o no le di importanci­a», le confesó el músico. ¿Qué comentario­s? «Él había oído decir de mí que era ambiciosa como algo negativo. Pero son cosas que están en todas en todos los colectivos. Cuando una mujer se ha acostado con cuatro o cinco hombres... pues ya sabes, no veas esta, que se tiró a cinco. Hay que ver, qué trepa, que si esto que si aquello, cosas que oía. Esto me lleva sucediendo desde el colegio, que es cuando empezaron a llamarme puta. La diferencia es que ahora estoy en la conversaci­ón, pero con mi discurso, y voy a darle la vuelta a eso», dice la artista, con una banda estilo concurso de belleza con la palabra de cuatro letras escrita en dorado.

La palabra. «La cantidad de veces que se la hemos llamado a alguien, y me incluyo... pero aquí ni puta, ni santa, ni astronauta –ríe–. ¿Cuántas veces he llamado puta a una mujer y no he pensado en el daño que acarrea? Sé que lo he hecho, que he puesto motes, formo parte de la sociedad que critico. No soy un ser superior que está libre de esta culpa. Pero cuando le llamas eso a alguien, le clavas una cruz. Y por eso en el disco aparezco en situacione­s cotidianas con la banda puesta. Eso no se va, te persigue y la sociedad debe saber qué pasa cuando se señala a una mujer». Es un insulto que tiene connotacio­nes sexuales puritanas. «Completame­nte. Se le dice a alguien que hace lo que quiere, que es dueño de su sexualidad. ¿Por qué el sexo está asociado con algo hiriente? ¿Por qué nos creemos avanzados y seguimos en esa rueda de herir a los demás?», nos pregunta.

Zahara ha sufrido también del amor tóxico en todas sus formas. «Por eso hago una canción como ‘‘Taylor’’ en la que digo que os odio a todos. Porque el amor es muy hermoso, pero da miedo. Hay un momento en el que pierdes el control. No quieres que te abandonen y piensas que nadie te va a querer. Si mi pareja no quiere que me ponga una minifalda, pues ¿qué problema hay? Y si me mira el móvil, pues tampoco es para tanto. He dejado de quedar con mis amigos, pero no pasa nada, es que los demás no entienden cómo es este amor... y entras en ese sitio abusivo». En «Taylor», Zahara se confiesa yonqui del capartes, riño ajeno. «He llegado a sentir que sin el público no soy feliz. En los peores momentos era lo único que me salvaba. Suena a libro de autoayuda, pero descubrí que yo no me quería y sentía que nadie me quería. Pero en el escenario recibía un chute tan potente de amor que compensaba todo. Y cuando llegó la pandemia, solo tenía ganas de llorar».

Ahora, explica, está «en proceso de estar bien». «Hago entrevista­s y lloro a moco tendido y en otras me río. Porque ya me puedo reír de mí misma. Cuando hablamos de los traumas, no se trata de superar, porque eso implica dar un paso hacia adelante, y, a veces,

«Yo he criticado y he puesto motes, no soy un ser superior libre de culpa. Formo parte de la sociedad que critico»

no es la solución. Hay que dar un paso a un lado para verlo desde otro ángulo, otro punto de vista. He aprendido una palabra de mi psicóloga que es colocar. El trauma está ahí, el dolor está, y hay que saber dónde me lo pongo, porque no se pasa. Y tienes que aprender a vivir con él. Dónde lo coloco. Ya cada uno va viendo cuál es el sitio que mejor le sienta. De momento, me lo he puesto en la cara, en esta banda que llevo colgada. Está aquí, es mi disco».

Superación

«Siento una felicidad genuina. Me he quitado kilos de mierda sobre mis hombros, porque resulta agotador vender una imagen que no es la que eres. Si tú sientes pudor al escuchar lo que me ha pasado, eso viene desde la admiración y el respeto, no es malo que lo tengas. Pero antes era yo la que sentía la culpa y la vergüenza. Y ya no tengo sufrimient­o por ocultar las cosas. Pero nada es fácil. A mis padres les costaba entender que lo hiciera visible. Lo respetaban pero están viendo a su hija con la banda... y las fotos son lo que más les ha costado. Pero el ejercicio era tan libre que no pensaba en si podía herir a mis padres. Lo último ya es que mi madre me ha hecho un vestido con telas que teníamos en casa, inspirado en uno de Moisés Nieto y le ha bordado las palabras del disco, como Dolores o Merichane y ha bordado puta. Y me decía de broma que ya eso era lo último... Y me encanta. Todo esto me ha acercado mucho a mis padres».

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RUBÉN MONDELO Zahara, fotografia­da en Madrid esta semana con la banda de «Puta» con letras doradas

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