¿METFORMINA O BERBERINA?
TantoTanto monta? No, no… Estos palabros son de rima fácil y comparten desinencia, pero aluden a dos tipos de píldoras con efectos parecidos y bondades que no van a la par. ¿Saben qué son y para qué sirven cada una de ellas? Pertenecen al campo del llamado «antiaging». Perdonen que recurra a una palabra inglesa, pero es que está de moda y yo cedo a ella por el pensamiento paradójico: el de Zenon y sus aporías y el del Tao. ¿Cómo no hacerlo? Mi dique de contención contra el envejecimiento funciona gracias a esa rama de la medicina.
¿Dónde está el secreto? Aquí tienen una parte: la relativa a los productos que ponen título a mi entrega. Tomé durante años, y a gollete abierto, entre dos y tres píldoras diarias de metformina, poderoso antidiabético capaz de regular los niveles de glucosa en sangre y de atenuar las dolencias cardiovasculares leves. Cumplió su misión pero, a la larga, mostró una tara ineludible: la de sus efectos secundarios. Éstos, que no revisten excesiva gravedad, pero que atacan directamente a la línea de flotación gastrointestinal, son un incordio: flatulencias, descomposición fecal, colitis... Yo, harto de padecer fulminantes deposiciones líquidas y despeños diarreicos, acudí, en busca de ayuda, a mis ángeles de la guarda en lo que a la juventud se refiere. Uno es la Clínica Neolife (neolifeclinic.com) y el otro, que además de ser doctor en ese centro se dedica a la ciencia del antienvejecimiento, se llama Alfonso Galán y merece mi gratitud por recetarme el primer frasquito de berberina, un compuesto vegetal sustitutivo de la metformina. Hace la misma función y sus efectos secundarios, si es que los tiene, son imperceptibles para mí. Presenté mis respetos a las nuevas píldoras hace casi un año y, desde entonces, todo va sobre ruedas. Las que yo tomo, de la marca Douglas, que combinan su principio activo con ácido lipoico y extracto de semilla de uva, previenen la diabetes, son beneficiosas para la presión sanguínea y brindan apoyo cardiovascular y hepático. En mi kit de la eterna juventud ya no faltarán nunca estas cápsulas que, junto a otras, me quitan unos cuantos años de encima. ¿Milagro? No. Ciencia: la de buscar el bienestar físico, que de poco sirve si no va acompañado por el metafísico, pero que es condición de obligado cumplimiento para que cuadren las cuentas de la plenitud corporal, de la felicidad emocional y de mi actividad literaria. Que así sea.