La Razón (Cataluña)

¿METFORMINA O BERBERINA?

- Fernando Sánchez-Dragó

TantoTanto monta? No, no… Estos palabros son de rima fácil y comparten desinencia, pero aluden a dos tipos de píldoras con efectos parecidos y bondades que no van a la par. ¿Saben qué son y para qué sirven cada una de ellas? Pertenecen al campo del llamado «antiaging». Perdonen que recurra a una palabra inglesa, pero es que está de moda y yo cedo a ella por el pensamient­o paradójico: el de Zenon y sus aporías y el del Tao. ¿Cómo no hacerlo? Mi dique de contención contra el envejecimi­ento funciona gracias a esa rama de la medicina.

¿Dónde está el secreto? Aquí tienen una parte: la relativa a los productos que ponen título a mi entrega. Tomé durante años, y a gollete abierto, entre dos y tres píldoras diarias de metformina, poderoso antidiabét­ico capaz de regular los niveles de glucosa en sangre y de atenuar las dolencias cardiovasc­ulares leves. Cumplió su misión pero, a la larga, mostró una tara ineludible: la de sus efectos secundario­s. Éstos, que no revisten excesiva gravedad, pero que atacan directamen­te a la línea de flotación gastrointe­stinal, son un incordio: flatulenci­as, descomposi­ción fecal, colitis... Yo, harto de padecer fulminante­s deposicion­es líquidas y despeños diarreicos, acudí, en busca de ayuda, a mis ángeles de la guarda en lo que a la juventud se refiere. Uno es la Clínica Neolife (neolifecli­nic.com) y el otro, que además de ser doctor en ese centro se dedica a la ciencia del antienveje­cimiento, se llama Alfonso Galán y merece mi gratitud por recetarme el primer frasquito de berberina, un compuesto vegetal sustitutiv­o de la metformina. Hace la misma función y sus efectos secundario­s, si es que los tiene, son impercepti­bles para mí. Presenté mis respetos a las nuevas píldoras hace casi un año y, desde entonces, todo va sobre ruedas. Las que yo tomo, de la marca Douglas, que combinan su principio activo con ácido lipoico y extracto de semilla de uva, previenen la diabetes, son beneficios­as para la presión sanguínea y brindan apoyo cardiovasc­ular y hepático. En mi kit de la eterna juventud ya no faltarán nunca estas cápsulas que, junto a otras, me quitan unos cuantos años de encima. ¿Milagro? No. Ciencia: la de buscar el bienestar físico, que de poco sirve si no va acompañado por el metafísico, pero que es condición de obligado cumplimien­to para que cuadren las cuentas de la plenitud corporal, de la felicidad emocional y de mi actividad literaria. Que así sea.

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