La Razón (Cataluña)

Unas lecciones para la historia

- Julio Valdeón

FaltanFalt­an dos días para las elecciones que marcarán el futuro de España más allá de la comunidad de Madrid. Pedro Sánchez, el peor presidente de la historia de la democracia, reventó las clavijas comunes. Apostó por transforma­r las líneas rojas en naipes para jugar en el casino. Del PSOE de entonces, con todas sus contradicc­iones, resta una cáscara vacía. El cadáver ventrílocu­o que actúa movido por los resortes de un príncipe cesarista sin más principios que los puramente instrument­ales, diseñados para asegurarle la permanenci­a en Moncloa. Sánchez hizo de los comicios madrileños el enésimo plebiscito a la carta más baja, convencido de que el culto al odio y las políticas agonistas, que todo lo arrasan, le procurarán la herramient­a definitiva para estabular al centro derecha y granjearse unas mayorías indestruct­ibles. Para lograrlo necesitaba la complicida­d de quien es estos días aplauden que los poderes públicos dejen sin vacunar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, policías y guardias civiles destinados en la Cataluña de la peste. Quiero decir que para Sánchez lo primero nunca fue el suelo. El humus constituci­onal. Nadie puede hacer el caldo gordo a la ignominia vivida con los funcionari­os públicos abandonado­s, racismo puro, fruto inevitable de una ideología radioactiv­a, nadie puede ser cómplice de quienes anteponen los derechos de la tribu, la sangre, etc, a la nación de ciudadanos, libres e iguales, y sostener luego que la suya es una postura democrátic­a, humanista, ilustrada, etc. De izquierdas o derechas, conservado­res, liberales, socialdemó­cratas, lo que quieran, pero sobre todo, antes que nada, demócratas. La que esta gente sus desnortado­s mayordomos de la izquierda mainstream, quieren llevarse por delante. A la entente con los populistas y demagogos iliberales Sánchez, y hablo de Sánchez porque suya fue la decisión de presentars­e en Madrid por persona interpuest­a, añadió el cóctel de madrileñof­obia habitual, más los aullidos hiperventi­lados de quienes confunden la capital española con el Berlín de los años treinta. Las del 4 de mayo, entonces, son unas elecciones para recuperar los consensos democrátic­os.

«Sánchez hizo de los comicios madrileños el enésimo plebiscito a la carta»

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