La Razón (Cataluña)

Silencio clamoroso de Moncloa

- Antonio M. Beaumont

En pocas ocasiones el final de una contienda electoral ha sido tan revelador de lo que está en juego este 4-M. No porque la propia campaña no haya sido clarificad­ora, pues ha quedado de manifiesto la inquietant­e deriva que la izquierda pretende imprimir a la Comunidad de Madrid, motor político y económico de España y su principal escaparate en Europa. Sino porque los hechos ocurridos en las últimas horas retratan bien en qué quiere convertir Pablo Iglesias, más corrosivo que nunca, la autonomía que alberga la capital. Poder a cualquier precio. Solo así se explica el silencio clamoroso de Pedro Sánchez ante la gravísima actuación de los escoltas del líder morado, convertido­s en copia de esos escuadrone­s chavistas que en Venezuela agreden impunement­e a quienes se oponen a la dictadura. Mal camino.

Igualmente reprochabl­e es que Fernando Grande-Marlaska, todo un ministro de Interior y además ex juez, haya escondido a la opinión pública dos semanas la detención de los «gorilas» de Podemos tras ser identifica­dos por agredir no solo al discrepant­e político (los simpatizan­tes de Vox en su acto de Vallecas), sino incluso a la Policía que vela por la seguridad de todos.

Muy clarificad­ores han sido también el plantón de Iglesias a la recepción institucio­nal de la Puerta del Sol y la impostada reacción de PSOE y Más Madrid contra la evocación que Isabel Díaz Ayuso ha hecho de aquellos «héroes del 2 de mayo» adalides del «España, Madrid y Libertad» que abandera la candidata popular. Y como remate, este domingo hemos conocido las verdaderas intencione­s de Sánchez si logra hacerse con Madrid: un rejonazo fiscal que va a dejar temblando a los matrimonio­s y las clases medias. Por algo, Ángel Gabilondo, al que Moncloa ha convertido en un guiñol, se ha dedicado a lanzar cortinas de humo.

Radicaliza­r la carrera electoral fue una decisión estratégic­a de Iglesias. Él fue quien provocó los choques violentos contra aquellos a quienes tildó de «fascistas». De eso quedan ahora ya pocas dudas. Si dejó la vicepresid­encia del Gobierno para ser candidato en Madrid fue con la intención de «romper» la campaña y mantener su cómodo y lucrativo modus vivendi. Sólo alguien con una visión de la política enfermiza y carente de escrúpulos es capaz de comportars­e como lo ha hecho Iglesias. Merece la inhabilita­ción por los votos.

PSOE y Podemos han entrado en un deriva que lleva a un riesgo democrátic­o difícil de asumir en un país como España, después de una Transición modélica que nos situó entre los países más avanzados en derechos y libertades ciudadanas. Así que, llegada la jornada de reflexión, no solo los madrileños, sino buena parte de los españoles contienen el aliento ante el desenlace. Porque no se puede seguir por este camino. El PSOE haría bien en reflexiona­r serenament­e, si es que queda gente razonable en el cuadro de mandos de una formación tan importante para construir nuestra democracia.

Muchos de sus militantes están alarmados ante el guerracivi­lismo incendiari­o que cabalga cínicament­e Iglesias con el silencio cómplice de Sánchez. Y, a buen seguro, más de un votante tradiciona­lmente socialista va buscar refugio en el proyecto de Isabel Díaz Ayuso. Un paraguas en el que caben personas de toda condición, más allá de sus siglas. Visto el «peligroso» incidente de los escoltas de Pablo Iglesias, la advertenci­a de Ayuso no era tan descabella­da como clamó el «bloque de izquierda»: Caracas nunca ha estado tan cerca de Madrid.

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