«VAMOS A IMPEDIR QUE LOS FASCISTAS, HOMÓFOBOS Y RACISTAS ENTREN EN LA COMUNIDAD DE MADRID»
ElEl caso de Pablo Echenique es ejemplar. Es incapaz de encadenar una frase si en ella no lanza algún un insulto, una retahíla de sintagmas que solo tienen la función de adormecer el cerebro y así parecer que ha dicho algo que merece ser escuchado.
Luego está la modalidad de adjetivar los sustantivos, donde va metiendo todo lo que encuentra en la basura gramatical en la que re busca como un indigente moral, de manera que, dicho a la velocidad con la que se dicta una «fatwua», su dicterio es como si fuera un designio capturado en una lectura veloz de «Materialismo y empirocriticismo», de Lenin, que es donde él y los suyos deben beber todavía. Es lógica la indigestión. Ejemplo, ayer mismo: «Vamos a impedir que los fascistas, homófobos y racistas entren en la Comunidad de Madrid». Si bien es cierto que con decir sólo «fascista» hubiese incluido al resto, pero la redundancia es una manera de llenar cuando no hay más que decir. Pero tal vez tenga razón y no todo fascista sea homófobo, porque incluso los comunistas también pueden serlo, y a la manera caribeña, que es la más exuberante y barroquísima de serlo. Si dejase de leer manuales de tortura (psicológica) y, por ejemplo, se atreviese con «Antes que anochezca », del cuba no Reinaldo Arenas, tal vez su hosco corazón –a la manera de Cernuda cuando asesinaron a Lorca, «entre un pueblo hosco y duro»– se reblandeciera. ¿Como no hacér se le natillas incluso a este comisario político al encontrar las páginas en las que Arenas lee «La Iliada» en el Castillo del Morro entre homosexuales, desviados, enemigos todos de la Revolución »? Hace unos meses volvió a salir el asunto de los diarios de Jaime Gil de Biedma, «Retrato del artista en 1956», y la confesión de sus relaciones sexuales con niños en Filipinas, expediente que a Echenique interesará por que debe ser «cancelado» y condenado. Gil de Biedma quiso ser «compañero de viaje» y pidió el ingreso en PCE, pero se le denegó la entrada porque el partido –Manuel Sacristán, como su nombre indica– dijo que a lo hora de la verdad los homosexuales –vete a ser qué expresión utilizaría–, siempre acaban hablando. Así es.