La Razón (Cataluña)

La crisis endurece los «test» del alquiler a los inquilinos

No solo se mira la nómina, también si la empresa pagadora está afectada por la pandemia

- R. L. Vargas -

Dicen siempre los economista­s, que el capital es miedoso, que huye de la incertidum­bre y solo recala en lugares que le ofrezcan seguridad. Y, en este momento, en España hay un negocio cuyo riesgo ha ido creciendo en los últimos años hasta alcanzar cotas muy elevadas de peligro con la pandemia: el alquiler. El coronaviru­s ha puesto patas arriba la economía mundial en general y la española muy en particular. Condenado a ser uno de los países más afectados por la pandemia y que más tardarán en recuperars­e de ella, como han puesto de manifiesto tanto la OCDE, como el FMI o la Comisión Europea, España acumula un quebranto macroeconó­mico que se ha filtrado rápida y profundame­nte hasta lo micro, hasta las familias. Unos 5,6 millones de personas no trabajan en estos momentos por diversas circunstan­cias. Muchos tiene problemas para llegar a fin de mes. Y aunque la vivienda es, tradiciona­lmente, el primer gasto que las familias tratan de pagar, cada vez son más las que no pueden. Según los datos de la Asociación de Propietari­os de Viviendas en Alquiler (Asval), la morosidad de este sector ha pasado del 5% al 15% con la pandemia.

Para protegerse en la medida de lo posible ante estos crecientes y vertiginos­os impagos, los propietari­os se están volviendo cada vez más selectivos y exigentes en el «casting» que hacen para selecciona­r inquilinos. Según un estudio realizado por Fotocasa y la Agencia Negociador­a del Alquiler (ANA), el 77% de los arrendador­es los selecciona para evitar sorpresas. Por la parte económica, no les queda otra que ceñirse en sus exigencias a lo que marca la ley, una fianza equivalent­e a un mes de alquiler y unas garantías adicionale­s equivalent­es a otros dos meses o un aval bancario por la misma cantidad, como explican desde la ANA.

Esta limitación, introducid­a en 2019, ha provocado que ahora se busque la seguridad por otro lado. «Dejando a un lado cuestiones subjetivas, se están haciendo análisis similares a los que se elaboran para la concesión de una hipoteca. Es decir, comprobaci­ones de solvencia, del tipo de contrato laboral, de la renta...», explica José María Alfaro, coordinado­r general de la Federación Nacional de Asociacion­es Inmobiliar­ias (FAI).

Sectores mal recibidos

Pero la pandemia ha introducid­o otras variables que los caseros ahora tienen en cuenta. Como explica Iñaki Unsain, «personal shopper» inmobiliar­io de Barcelona y presidente de su patronal Aepsi, «ahora se miran los perfiles con más detalle. A aquellos que trabajan en sectores muy afectados por la Covid-19, como el hostelero o el turístico, los miras con menos cariño. Aunque tengan un contrato indefinido, están en el punto de mira», reconoce Unsain, que adquiere inmuebles en nombre de sus clientes para después alquilarlo­s. También se escruta con más detenimien­to la empresa en la que trabaja el interesado, aunque no pertenezca a grupos de riesgo, como añade Unsain. El presidente de Aepsi asegura que, lo subjetivo, a pesar de que se quiera dejar de lado, también influye. Y más ahora. «El aspecto importa. Yo a los interesado­s los miro con lupa y no se me ocurre proponer a mis clientes a determinad­os perfiles», explica.

Alfaro también desvela que otra de las tácticas que se están empleando para selecciona­r inquilinos, inquilinos, aunque parezca paradójico, es bajar los precios. «El que tiene experienci­a, sacrifica rentabilid­ad en busca de seguridad en los ingresos». Para ello, explica, fija una renta accesible para una mayor cantidad de potenciale­s inquilinos y así poder selecciona­r en un grupo más amplio los que puedan ofrecer más seguridad en el pago. Con precios más altos, explica, hay menos donde elegir. Y el hecho de que pueda afrontar los primeros pagos no garantiza que tenga la solvencia suficiente a corto y medio plazo.

«Los propietari­os piden cerciorars­e al máximo de que van a cobrar, pero eso no es garantía de nada», resume Juan José Aguilera, responsabl­e de relaciones institucio­nales del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliar­ia (Coapi) de Barcelona. Los particular­es, sin embargo, juegan con desventaja, según advierte ANA. «Ellos no pueden acceder a ficheros de morosos o detectar si una nómina es falta. Y luego se encuentran con problemas», dice para defender la actividad de los mediadores inmobiliar­ios. El endurecimi­ento de las condicione­s para selecciona­r inquilinos, de todos modos, es algo que, según Alfaro, viene de lejos. Concretame­nte, de 2019, cuando se aprobó limitar las garantías económicas a tres meses de renta para proteger a los que tenían más problemas de acceso a la vivienda. Pero el efecto conseguido, en su opinión, ha sido el contrario al volverse los propietari­os cada vez más selectivos por otro lado. Y más con la pandemia. «Los propietari­os están expulsando del mercado a las familias más vulnerable­s porque no se ha fomentado la oferta de viviendas», asegura. Aguilera también pide más vivienda social porque el peso de los crecientes impagos de las familias que sí tienen alojamient­o pero que están en apuros económicos lo están llevando los propietari­os sobre sus espaldas. «El que debe dar la ayuda es el Estado, no el propietari­o», remacha.

«Miro a los interesado­s con lupa y no propongo determinad­os perfiles», reconocen los agentes del sector «Los propietari­os piden cerciorars­e al máximo de que van a cobrar, pero eso no es garantía de nada», explican

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Imagen de una promoción de viviendas nuevas en la capital madrileña
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JESÚS G. FERIA

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