La Razón (Cataluña)

DOS NOCHES DE FIESTA EN LIVERPOOL A LA SALUD DEL CORONAVIRU­S

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LaLa escena es tristement­e chocante. Miles de personas se agolpan en una discoteca, sin mascarilla­s, sin distancia de seguridad, para bailar durante varias horas de la actuación de un DJ en directo. Son los 3.000 asistentes a la fiesta de la discoteca Circus en un almacén de Liverpool, que se comportan como si nada cercano a una pandemia hubiera sucedido. Vapean, beben, se hablan al oído, se abrazan y unos se encaraman a otros. No están locos ni es una fiesta ilegal, sino en un programa piloto autorizado por el Gobierno británico que estudia la manera de regresar regresar a los conciertos en vivo. Lo han llamado «El primer baile» y es el quinto experiment­o con masas que se lleva a cabo en el país en las últimas dos semanas.

Los asistentes deben haber dado negativo en un test de antígenos de covid-19 en las 24 horas previas y someterse a una PCR cinco días después para controlar la posible expansión del virus. Se trata de un mecanismo muy similar al ensayo que se llevó a cabo en España por parte de Festivales Por la Cultura Segura el pasado 27 de marzo en el Palau Sant Jordi. En aquella ocasión, según sus propias conclusion­es, solo 6 personas de entre los 5.000 asistentes resultaron contagiada­s en los siguientes 14 días tras el evento. El formato británico apuesta por el test previo, como el español, pero le añade otros medios tecnológic­os: pequeñas cámaras siguen los movimiento­s de los asistentes. Se utilizan medidores de dióxido de carbono para detectar «bolsas de aire estancado» dentro de la discoteca. El experto de la agencia pública de salud inglesa Iain Buchan explicó a los medios que este test servirá para comprobar cómo se transmiten las actuales variantes del SARSCoV-2 en grandes masas de gente. Pero a esas masas lo único que les importa son las actuacione­s de Sven Väth,

The Blessed Madonna, Jayda G y Fatboy Slim. Los avances en vacunación en el país británico han favorecido ya algunos grandes eventos con público, como la Carabao Cup, donde entraron 8.000 espectador­es y algunos otros eventos menores. Quien impulsa este experiment­o es Melvin Benn, empresario que posee dos festivales en Reino Unido y que en su día adquirió y vendió el de Benicàssim, quien asegura que «los festivales podrán continuar de manera segura. Eso sí, con los test adecuados». Parece complicado que sea este verano, pero cada vez está más cerca.

6.000 personas bailaron en una sala sin distancia ni mascarilla

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Asistentes a la primera fiesta organizada por la discoteca Circus, en la noche del viernes en Liverpool y sin mascarilla ni distancia social

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