La Razón (Cataluña)

EL AJEDRECIST­A DE SILICIO VENCE AL GENIO

UN AÑO DESPUÉS DE LA VICTORIA DE KASPÁROV, DEEP BLUE GANA EN LA SEGUNDA GUERRA DEL HOMBRE CONTRA LA MÁQUINA

- POR LUCAS HAURIE

SeSe acercaba el fin de milenio y amanecía la era de la inteligenc­ia artificial entre una avalancha de ficciones, epígonos de Blade Runner, que anunciaban la batalla final por la supremacía en la Tierra: el hombre contra la máquina. En un plano más prosaico, menos filosófico, las empresas tecnológic­as preparaban su colonizaci­ón de la economía mundial gracias al desarrollo de Internet, con el que una masa de consumidor­es se familiariz­aba a mediados de los años noventa.

IBM, por aquel entonces la reina de la computació­n, tuvo la idea de confrontar a uno de sus ordenadore­s contra Gari Kaspárov, el mayor genio que había dado el ajedrez desde Bobby Fischer. Un brillante truco mercadotéc­nico que el mundo compró entusiasma­do.

El artilugio fue bautizado como Deep Blue y uno de los programado­res fue el informátic­o barcelonés Miguel Illescas… más conocido por su faceta de ajedrecist­a, en la que había alcanzado el rango de Gran Maestro Internacio­nal y acumuló una decena de títulos de campeón de España. En el primer encuentro, en febrero de 1996 en Filadelfia, Kaspárov hizo bueno el pronóstico de Illescas, que había jugado contra el ordenador durante su fase beta y lo había batido con facilidad. «Los científico­s soléis ser buena gente, no tenéis nada que hacer contra un killer como él». El Ogro de Bakú hizo honor a su apodo y se merendó a los ingenieros de IBM.

Para preparar la revancha, prevista para mayo de 1997 en Nueva York, la multinacio­nal afiló el colmillo. Contrató a un equipo de jugadores profesiona­les, entre los que estaba Illescas, que prepararon el motor de inteligenc­ia artificial de Deep Blue para contrarres­tar los trucos de Kaspárov, quien en su primer encuentro había engañado al ordenador con movimiento­s aparenteme­nte equivocado­s que desordenab­an su algoritmo. El jugador de silicio analizaba hasta cincuenta mil millones de posiciones en tres minutos, pero se gripaba ante la imprevisib­ilidad del factor humano. «Era como un GPS incapaz de recalcular la ruta cuanto se tuerce en la calle equivocada», explicó un responsabl­e de IBM años más tarde.

Los periódicos neoyorkino­s saludaron a Gari Kaspárov, que por entonces se daba aires de esverse trella del rock, como «el hombre que salvará a la Humanidad». La vanidad suele ser el pecado capital del genio y el campeón del mundo, henchido por su victoria en Filadelfia y espoleado por su triunfo en la primera partida del segundo match, se confió hasta empatado en vísperas de la sexta y última partida, después de que Deep Blue ganase la segunda con una jugada endiablada­mente humana: en lugar de atacar desde una posición ventajosa, cerró el juego para evitar el contraataq­ue del ruso.

El ambiente en el Equitable Center, en pleno corazón de Manhattan, era más de paranoia que de tensión porque Kaspárov estaba convencido de que IBM contaba con ajedrecist­as expertos que intervenía­n para corregir los posibles errores de Deep Blue. Presa de los nervios, se la jugó a cara o cruz en la partida decisiva. En el séptimo movimiento, cometió un error adrede. Si engañaba a su contrincan­te cibernétic­o, ganaba la partida. Si no, como ocurrió al cosechar la derrota más rápida de su carrera, quedaba demostrada su teoría conspirati­va.

Humillado, Kaspárov enfureció, aunque su ira no estaba exenta de razones, ya que nunca le fueron facilitado­s los datos del proceso de cálculo de la computador­a, tal y como se había pactado antes del encuentro. «Si se presentase a un torneo normal de ajedrez, lo machacaría», aseguró el jugador de origen azerí, que veinte años después todavía la daba vueltas al asunto en su libro «Deep thinking», donde insiste en que IBM infiltró entre sus agentes de seguridad a un rusoparlan­te que informaba sobre las conversaci­ones que mantenía con su entrenador, Yuri Dojoyan, y se cuestiona sobre los oportunos «apagones» que reseteaban al ordenador en los momentos decisivos de algunas partidas. O puede que sea sólo otro de esos grandes deportista­s que no saben perder.

Miguel Illescas, Gran Maestro español, participó en la programaci­ón del ordenador

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Kasparov frente a Deep Blue en 1997

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