La Razón (Cataluña)

Cuidémonos mutuamente

- Juan José Omella Juan José Omella Arzobispo de Barcelona

con la Pascua del Enfermo, acaba la campaña de este año dedicada a los que padecen la enfermedad; es una campaña que comenzó el pasado 11 de febrero con la XXIX Jornada Mundial del Enfermo, cuyo lema era: «Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23, 8)». En esta Jornada, el papa Francisco nos invita a reflexiona­r sobre el cuidado del enfermo, cuyo elemento fundamenta­l es la relación de confianza.

Para «la campaña del enfermo» de este año, el Departamen­to de Pastoral de la Salud de la Conferenci­a Episcopal Española ha propuesto el lema: «Cuidémonos mutuamente». A propósito de este precioso lema, quisiera compartir con vosotros un cuento que llegó a mis manos hace unos meses. La historia sucedió hace cientos de años en un lejano pueblo donde vivía un hombre que tenía fama de santo. Aquel hombre irradiaba una gran paz y serenidad, y trataba a todo el mundo con paciencia y amabilidad.

Cuenta la historia que todas las noches salía de la pequeña casa donde vivía y se adentraba en un bosque. Tardaba horas en regresar. Un día, uno de sus vecinos empezó a observar los movimiento­s de aquel hombre. Lleno de curiosidad, aquel vecino le preguntó adónde iba. Y él le respondió con sencillez: «voy a encontrarm­e a solas con Dios». Ante esa respuesta, el hombre decidió seguirlo en secreto.

Una noche, el vecino siguió al hombre santo hasta lo más profundo del bosque. Lo vio caminar con alegría y entrar en una vieja cabaña que estaba apenas iluminada. El vecino llegó también hasta la cabaña y se asomó por una pequeña ventana que había junto a la puerta, desde donde vio como el hombre santo limpiaba el suelo, encendía la chimenea, y preparaba la cena para una señora anciana y enferma. Aquello era lo que aquel buen hombre hacía todas las noches.

Al día siguiente, cuando el vecino explicó a varios amigos que había seguido al hombre santo, estos le preguntaro­n si había visto a aquel hombre encontrars­e con Dios. Entonces él, después de meditar un instante, respondió que sí y que lo había hecho de una manera maravillos­a.

Esta entrañable historia nos puede ayudar a estar más cerca de todos nuestros hermanos enfermos. Si estamos atentos a los que sufren nos encontrare­mos con Dios, tal como lo hacía el hombre santo de esta historia. Pidamos al Señor que nos abra los ojos para poder ver en cada persona vulnerable a un hijo de Dios.

El cuento nos ayuda también a valorar la importanci­a de cuidar a los demás. Todos somos vulnerable­s y podemos enfermar. Si nos cuidamos mutuamente sanaremos nuestro mundo. Dice el papa Francisco que la relación de cuidado es una regla de oro que trae consigo salud y esperanza para todos.

También estamos llamados a ser cercanos a los que sufren como comunidad. Ojalá, con la ayuda del Espíritu Santo, seamos capaces de crear comunidade­s que no excluyan a nadie y que acojan especialme­nte a los más frágiles. Una sociedad es humana en la medida en que sabe cuidar a sus miembros más necesitado­s.

Queridos hermanos y hermanas, Cristo es la esperanza de los enfermos. En medio de la enfermedad y la soledad sigue diciéndono­s: he resucitado y vivo a vuestro lado. Que María sostenga nuestra fe y nos ayude a cuidarnos los unos a los otros con amor fraterno.

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