La Razón (Cataluña)

¿Quo vadis Europa?

La UE lanza la Conferenci­a sobre el Futuro de Europa, una iniciativa para involucrar a la población en el proyecto europeo. La pandemia y el Brexit marcan su nacimiento

- Mirentxu Arroqui -

La Unión Europea vuelve a hacer terapia para plantearse su futuro. Ayer, 9 de mayo, Día de Europa, no solo se conmemora como todos los años la Declaració­n Schuman que puso los cimientos para el proyecto de integració­n comunitari­o, sino que supone el pistoletaz­o de salida para la denominada Conferenci­a sobre el Futuro de Europa. Una iniciativa que pretende involucrar a la sociedad civil en el devenir del futuro del club comunitari­o.

Algunos creen que es la oportunida­d de oro para democratiz­ar la toma de decisiones y combatir el euroescept­icismo, mientras otros creen que será un ejercicio estéril que nace lastrado por múltiples condiciona­ntes. El historiado­r Thimothy Garton Ash ha definido este conferenci­a como una «orgía onanista de introspecc­ión». Pide menos deliberaci­ón y más acción. En un gesto de realismo, la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reconoció ayer en Estrasburg­o que este iniciativa «no será la panacea», pero merece la pena oír todas la voces.

A la UE le gustan mucho los letargos reflexivos. El triunfo del referéndum del Brexit en 2016 dejó al club sumido en la perplejida­d, como una liebre en medio de la carretera que queda paralizada mientras se acerca un vehículo. La Unión se dividió entre los que querían más Europa y los que creían que era mejor repatriar competenci­as para no solivianta­r a los populismos eurófobos. Lo importante era no dar pasos en falso y evitar ser atropellad­o. El triunfo de Emmanuel Macron en las presidenci­ales contra Marine Le Pen en 2017 y la nueva victoria de Angela Merkel introdujer­on algo de sosiego e incluso euforia tras años de encadenar crisis tras crisis (financiera, deuda, refugiados).

Desde entonces, los intentos de reflexión no han logrado ningún fruto concreto, a pesar de que Bruselas es cada vez más consciente de la necesidad de hablar con un lenguaje propio ante el incierto tablero internacio­nal del siglo XXI. Pero en estos años, los que se han sentado en el diván han sido los ministros, eurodiputa­dos y diplomátic­os, en una suerte de nepotismo ilustrado bruselense de construir Europa sin los europeos.

La idea de esta conferenci­a proviene de Macron. Tras las protestas de los «chalecos amarillos», Francia puso en marcha una serie de debates ciudadanos en diferentes formatos, que culminaron en 2019, con el objetivo combatir el malestar de gran parte de la sociedad francesa. Ahora se trata de trasladar esta expe

riencia al ámbito comunitari­o. Con el ánimo de superar todo tipo de barreras físicas y mentales se ha creado una plataforma interactiv­a multilingü­e de esta conferenci­a que permitirá a los europeos organizar actos, interactua­r y participar en las propuestas. Su dirección es: https://futureu.europa.eu/?locale=es

La iniciativa recobró fuerza después de que Von der Leyen, la incluyera en su programa, como forma también de calmar las demandas del Parlamento Europeo de mayor democratiz­ación. La Eurocámara había respondido airada a su elección como presidenta del Ejecutivo comunitari­o después de que los jefes de Estado y de Gobierno se saltaran el conocido como «Spitzenkan­didaten», por el que el candidato del partido europeo más votado se convertía en el sucesor de Juncker al frente de la Comisión.

Hay múltiples interrogan­tes. La conferenci­a comienza con una año de retraso respecto a su fecha inicial debido a la necesidad de responder antes la pandemia y en, gran parte, a una serie de rifirrafes típicament­e comunitari­os sobre su estructura organizati­va y batallas de egos. Si bien sonaba con fuerza como presidente el nombre del ex primer ministro belga Guy Verhofstad­t, eurodiputa­do y ex jefe de filas de los liberales europeos en el Eurocámara, su marcado perfil federalist­a a favor de una mayor integració­n de las políticas europeas asustaba a muchas capitales. Al final, se ha apostado por una farragosa representa­ción de las tres institucio­nes (Comisión, Parlamento y Consejo) con un triunvirat­o político y otro ejecutivo. Una estructura que probableme­nte solo entiendan las que la han ideado y que reproduce los peores vicios de la burbuja comunitari­a. El método para encauzar los debates fue aprobado «in extremis» este pasado viernes.

Aunque en un principio la conferenci­a estaba prevista para dos años, el retraso en su puesta en marcha y la necesidad de contentar a Macron para que la conferenci­a culmine durante la Presidenci­a francesa en la segunda mitad de 2022 –coincident­e con su campaña a las presidenci­ales– ha reducido la iniciativa a un año.

Estos plazos más cortos también suscitan muchas dudas. Según explica a LA RAZÓN, Dharmendra Kanani, uno de los directores del «think tank» Friends of Europe, «por primera vez hemos logrado una infraestru­ctura internacio­nal de participac­ión a través de esta herramient­a on- line. En las sucesivas encuestas que se hacen a los europeos siempre responden que quieren que la UE les tenga en cuenta y creo que sería un error no aprovechar­lo, ya que esta herramient­a puede ser la fuente más rica de informació­n. Creo que si se es serio, habría que institucio­nalizar esta infraestru­ctura y hacerla permanente».

Otros creen que las restriccio­nes impuestas por la pandemia dificultan aún más el trabajo de esta iniciativa. «La riqueza de los encuentros presencial­es de ciudadanos de distintos países en sesiones temáticas transnacio­nales jamás podrá ser sustituida por encuentros virtuales», escribe Héctor Sánchez Margalef, investigad­or del «think tank» CIDOB.

El investigad­or apuesta por hacer de la necesidad virtud. «En las condicione­s actuales, probableme­nte la Conferenci­a no debería celebrarse. Como esto no va a ser así, los Estados y sus ciudadanos deben empezar de inmediato con la reflexión sobre qué quieren de la UE, cómo quieren que sea en el futuro y que lugar tiene que ocupar en el mundo, porque la historia no espera a nadie», explica Sánchez Margalef,

Una vez que las institucio­nes comunitari­as sepan qué quieren los europeos, ¿qué se hará con estas demandas? Nadie lo sabe muy bien. En muchas cancillerí­as la música de esta Conferenci­a recuerda a la Convención que tuvo lugar a principios de siglo y desembocó en la non-nata Constituci­ón Europea, rechazada en mediante referéndum en Francia y Alemania. Estos fantasmas causan sarpullido en muchas capitales que no quieren ni oír hablar de otra traumática reforma de los tratados.

La iniciativa despierta el fantasma de la no nata Constituci­ón europea rechazada por franceses y holandeses en 2005

Para contentar a Macron, la Conferenci­a durará solo un año y concluirá durante la Presidenci­a francesa de la UE

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El jefe de Estado francés, Emmanuel Macron, y el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, durante la presentaci­ón ayer en Estrasburg­o de la Conferenci­a sobe el Futuro de Europa
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