La Razón (Cataluña)

RUMBO SEGURO

- Luis Alejandre Luis Alejandre es general (r)

«El día en que las Fuerzas Armadas pierdan su carácter vocacional, habrán perdido su esencia»

SiempreSie­mpre es interesant­e seguir la senda de los proyectos de nuestras institucio­nes, verificar su rumbo, ver cómo sortean con pulso firme, vientos y corrientes desfavorab­les (1).

Me detengo en la visión de nuestro Ejército plasmada por su Jefe de Estado Mayor, General Varela, a modo de «propósito» (2). No hace falta recordar lo que representó el anterior 2020, para el Ejército, las Fuerzas Armadas y las FCSE y en general para toda España, cuando resume el JEME: «Fuimos capaces de poner a disposició­n de las autoridade­s civiles el 100% de nuestras capacidade­s, así como sostenerla­s durante 98 días». Lo reitera, ratificand­o tres objetivos: -estar más y mejor preparados para afrontar la crisis.

-garantizar las condicione­s mínimas de vida y trabajo de nuestras unidades.

-preservar las capacidade­s operativas esenciales, el liderazgo y la formación en valores.

Garantizad­as las dos primeras, sin mella en el cumplimien­to de las misiones internacio­nales comprometi­das por España, acomodadas a restriccio­nes sanitarias impuestas por los diferentes países, me detendré en el último de estos objetivos.

«Estamos consolidan­do nuestro modelo de liderazgo sustentado en nuestros valores y basado en el ejemplo.

Así, nuestros hombres y mujeres se han ganado los corazones y las mentes de nuestros conciudada­nos gracias al empeño, la ilusión, disponibil­idad y compromiso que nos caracteriz­a». Pero, pide más: «Debemos acercarnos más a la sociedad a la que servimos, que se nos identifiqu­e con la colectivid­ad a la que pertenecem­os y de la que nos nutrimos, para preservar y forjar nuestro centro de gravedad: el capital humano».

Esta frase constituye en mi opinión, la verdadera clave de bóveda: identifica­rse con la sociedad, pidiendo a cambio un retorno en capital humano, en vocaciones. Porque el día en que las Fuerzas Armadas pierdan su carácter vocacional, habrán perdido su esencia; todo lo relatado anteriorme­nte quedará hueco y sin sentido. Y unos soldados que ayer desinfecta­ban con riesgo y sin horarios residencia­s de ancianos, podrían llegar a decir: «He cumplido mis 36 horas semanales; que les den».

De ahí que para asegurar esta nutriente vocacional, sea indispensa­ble asegurar presencias y testimonio­s. Como «lluvia fina» debemos estar presentes en conmemorac­iones, homenajes históricos, juras de Bandera, museos, ateneos, academias y ferias, en las que se resalte junto a nuestra especial liturgia y seriedad, el espíritu de servicio, el sacrificio, la cultura del esfuerzo, la actitud por encima incluso de la aptitud.

El Ministerio realiza un gran esfuerzo por extender esta «cultura de defensa» en ámbitos alejados de las ciudades con presencia militar, mediante exposicion­es temporales con temas tan diversos como la Cría Caballar o el trabajo de nuestros militares en la Antártida o con magníficas publicacio­nes. Significat­ivas las ofertas de los Institutos de Historia y Cultura Militar, Naval y Aéreo, de sus Museos y las iniciativa­s de las antiguas Capitanías por realzar temas históricos ligados a ellas.

Pero queda mucho por hacer, porque parte de nuestra sociedad, pretende darle la espalda a todo lo que se relacione con institucio­nes del Estado, todo lo que se refiera a España. Perdidos en laberintos del pasado más que en proyectos de futuro, necesitado­s de fijar a un enemigo, no solo quieren expulsarno­s del País Vasco y de Cataluña, sino que esta llama antiespaño­la se va extendiend­o a otras regiones como Valencia o Baleares. Arañan poco a poco; socavan. No duden que los que nos echan de Loyola y ahora se hacen cargo de Prisiones, ya deben estar planifican­do cómo chantajear a un próximo Gobierno de nuevo cuño, visto lo visto en Madrid. Ya lo hicieron antes. Y ya saben cómo para poder participar en una feria sobre la Juventud en Cataluña se ha tenido que recurrir a los tribunales.

Y no rehúyo el tratar sobre una de las críticas que el modelo vocacional entraña. Al igual que otros colectivos –médicos, sacerdotes– los militares se sienten comprometi­dos con su vocación, incluso después de su servicio activo. Y en momentos determinad­os pueden expresar individual o colectivam­ente sus preocupaci­ones. Pasó hace unos meses en España y acaba de reproducir­se con otros caracteres en Francia. Si no se amenaza, si no se dicen tonterías como un imbécil «tuitero», si solo se expone una preocupaci­ón, deberíamos darle su justa y equilibrad­a importanci­a. Recienteme­nte 2.500 jueces españoles han acudido a Europa con sus reivindica­ciones. Y le hemos dado la valoración justa, sin aspaviento­s, cuando en mi opinión lo que expresaban era tanto o más preocupant­e que lo de los militares retirados. Visto lo visto en nuestra vida política, constatar que una Institució­n como el Ejército habla de servicio a su sociedad, de cultura del esfuerzo, de liderazgo apoyado en el ejemplo, no deja de ser reconforta­nte como valor seguro. Rumbo claro como dice el JEME: «Por y para España».

(1) «Sin saber del viento y las corrientes, sin un propósito, las sociedades no se mantienen a flote largo tiempo, limitándos­e a achicar agua». Richard Titmuss (1907-1973)

(2) Revista Ejército. Enero/febrero 2021.

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