El talento de un espíritu transgresor
Que el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021 recaiga este año en la figura de la artista serbia Marina Abramovic tiene un doble significado: por una parte, implica un reconocimiento a su trabajo pionero en el ámbito de las artes performativas que cultivó desde los años setenta, convirtiéndola en referente para muchos artistas de generaciones posteriores. En su momento, estas creaciones fueron entendidas por unos pocos y venían marcadas por un espíritu innovador, transgresor, anticipándose a lo que hoy se ha convertido en una manifestación artística casi habitual. Por ello, esto viene a poner en valor, además, la performance y lo teatral como dos elementos centrales del arte contemporáneo.
Este, sin duda, tiene un carácter intermedio y busca servir de revulsivo para el espectador, buscar su reacción suponiendo un desbordamiento general de los cauces tradicionales de la cultura que también afectan radicalmente al arte. En esta apelación que hace al público siempre subyace el espíritu crítico, que sirve para buscar la respuesta del otro, ya sea como una reflexión o un cuestionamiento. En este sentido, Marina Abramovic ha contribuido a romper cualquier determinación estética. Para mí ese es su gran valor.
«En la apelación al público que hace la artista siempre subyace el espíritu crítico, que sirve para buscar una respuesta en el otro y también una reflexión y un cuestionamiento»