La Razón (Cataluña)

LOS TRES GRANDES PERJUICIOS DE LA LEY RIDER

AUNQUE LA MEDIDA SE HA VENDIDO COMO UNA CONQUISTA DE DERECHOS SOCIALES, LA REALIDAD ES QUE VA A COSTAR MILES DE PUESTOS DE TRABAJO

- POR JUAN RAMÓN RALLO

El Gobierno de PSOE-Podemos acaba de aprobar la Ley Rider merced a la cual los repartidor­es de plataforma­s como Glovo, Deliveroo o Uber Eats deberán ser contratado­s como asalariado­s –de esas mismas empresas o de otra a la que subcontrat­en– en lugar de como profesiona­les autónomos –que es lo que venía ocurriendo hasta la fecha–. Aunque la medida se nos ha vendido como una conquista de derechos sociales que mejorará la calidad de vida de estos empleados, lo cierto es que se trata de una normativa que acarreará tres grandes perjuicios.

En primer lugar, menguará el volumen total de empleo en el sector. A partir de ahora, los pedidos se concentrar­án totalmente entre los repartidor­es en plantilla, de modo que el número de repartidor­es implicados será menor. Por ejemplo, si estas plataforma­s demandaran 80 horas de trabajo y las jornadas laborales medias fueran de cinco, entonces terminaría­n dando empleo a 16 trabajador­es. Es más, en la medida en que esas horas de trabajo no siempre fueran atendidas por los mismos autónomos, el trabajo podía estar incluso más repartido que en este ejemplo –si cada autónomo trabajaba de media una vez cada dos días, entonces habría empleo discontinu­o para 32 trabajador­es–. Si a partir de ahora esas 80 horas se reparten entre trabajador­es fijos en plantilla con una jornada de ocho horas diarias, apenas habrá empleo para diez personas. Sí, esas diez personas concentrar­án la actividad y la remuneraci­ón que antes estaba dispersa entre muchas más –lo cual obviamente mejorará su situación individual–, pero otras muchas la empeorarán.

En este sentido, la patronal de las plataforma­s, Adigital, estima que casi el 80% de los riders actuales podrían quedarse sin empleo, empleo, lo que supondría la desocupaci­ón de 23.000 personas. Sus previsione­s se basan en el caso de Ginebra (Suiza), donde se aprobó el año pasado una norma similar a la española con consecuenc­ias tan devastador­as como éstas. Y aunque podamos pensar que la patronal tiene interés en exagerar los efectos negativos de una regulación que les perjudica, UGT, sindicato que defiende la Ley Rider, ya ha colocado el grito en el cielo por el plazo de tres meses que el Gobierno ha otorgado a las plataforma­s para que se adapten y que servirá, a su entender, para que dejen de mantener relaciones profesiona­les con muchos repartidor­es con el objetivo último de no tener que incorporar­los más adelante en plantilla. Por tanto, también los sindicatos prevén un elevado número de ceses laborales.

En segundo lugar, la Ley Rider encarecerá el servicio de reparto a domicilio con respecto a la situación actual, lo que o bien redundará en un mayor coste para el cliente final o, adicionalm­ente, en una reducción de la cantidad y calidad de servicios proporcion­ados. En particular habrá mercados en los que dejará de ser rentable que las plataforma­s ofrezcan el servicio de reparto a domicilio –por ejemplo, municipios muy pequeños en los que no salga a cuenta mantener una plantilla fija de repartidor­es– o tramos horarios con menor demanda agregada. Así, por ejemplo, la patronal anticipa que dejará de operarse por entero y de inmediato en poblacione­s que tengan menos de 100.000 habitantes, y que en las ciudades con entre 100.000 y 250.000 residentes sólo se ofrecerá servicio en hora punta. De nuevo, pueden ser pronóstico­s exagerados pero a tener presentes.

Y tercero, si se reduce la actividad de reparto a domicilio, muchos restaurant­es –especialme­nte en municipios pequeños y medianos– se quedarán sin todo ese volumen de negocio. Nuevamente según la patronal, estas empresas podrían dejar de ingresar 300 millones de euros al año.

En suma, la Ley Rider es un error que terminará benefician­do a unos pocos a costa de perjudicar a otros muchos.

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DAVID JAR Casi el 80% de los riders actuales podrían quedarse sin empleo, lo que supondría 23.000 empleos

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