Un paisaje sobre la exaltación de la vida y el vivir
Los aleros de la bohemia, que tanto seducen a creadores con inclinaciones de maldito, nunca fueron con Rubens, un hombre que se regocijaba en la comodidad y que conjugó con enorme talento pintura, éxito y riqueza. Ningún artista mejor que él para regodearse en los placeres y otros almohadones que ofrece la opulencia. Es el mensaje infiltrado en este «locus amoenus» que representa su óleo «Ninfas y sátiros», toda una exuberancia de talento y de exaltación de la vida y del vivir. Es una escena de carácter mitológico, donde aparecen esas criaturas misteriosas y bellas que habitaban en los márgenes de las fuentes y los ríos, y que seducían tanto a hombres como a dioses: las ninfas. Rubens, al que nunca se le escaparon los matices de la carne, las representa con la beldad que recogen los relatos antiguos en este lienzo que conserva el Museo del Prado y que forma parte de la exposición «Pasiones mitológicas» que ahora puede contemplarse en la pinacoteca. Ellas, que aquí son representadas con los cánones de belleza femenina de la época, son una metáfora de la abundancia y la fertilidad, dos palabras plasmadas pictóricamente a través de la cornucopia que aparece en la composición. Alrededor de esta derivación del Jardín del Edén pueden observarse los sátiros, unas criaturas inquietantes, que intentan atraer a las ninfas y ganarse su confianza con frutos de los árboles. Entre ellos sobresale, en primer plano, con enorme protagonismo, Sileno, seguidor de Dioniso, ligeramente balanceado por el sopor que dan la bebida y la alegría. Una mezcla que muchos desean interpretar como una encarnación del sosiego ante las tribulaciones y las preocupaciones que deja el acontecer de los días.