La Razón (Cataluña)

¿Quién fue el primer Príncipe de Asturias de la Historia?

Enrique III «el Doliente» de Castilla dio origen a un título que no se inició con los Borbones

- POR JOSÉ MARÍA ZAVALA

Al contrario de lo que muchos creen, el título de Príncipe de Asturias no fue un invento de los Borbones. El primero en la extensa relación de príncipes de Asturias de la Historia fue precisamen­te Enrique de Trastámara, futuro Enrique III «el Doliente» de Castilla, que reinó desde 1390 hasta 1406. El padre de éste, Juan I, rey de Castilla y León entre 1379 y 1390, había creado el mencionado título para distinguir al primogénit­o de sus hermanos menores, a imagen y semejanza de los primogénit­os de los reyes de Inglaterra que recibían el título de príncipe de Gales, como advertía el conde de Colombi. Juan I descendía de Enrique de Trastámara, hermano bastardo de Pedro I «el Cruel», al que había dado muerte en Montiel y ocupado su trono con el nombre de Enrique II «el de las Mercedes» por los favores y privilegio­s concedidos durante su reinado.

En 1388, en virtud del Tratado de Bayona, don Enrique (futuro Enrique III) se desposó con Catalina de Lancaster, hija de Juan de Gante, duque de Lancaster, y de Constanza de Castilla, hija del depuesto Pedro I «el Cruel». Su padre Juan I acordó entonces que Enrique, de tan sólo nueve años, tomase el nuevo título, convirtién­dose así, como decimos, en el primer príncipe de Asturias de todas las dinastías.

Previament­e, Juan I hizo erigir un trono en el que después de vestir a Enrique con manto real, le sentó y le cubrió la cabeza con sombrero, entregándo­le una vara de oro y dándole un beso de paz en el rostro al tiempo que le apellidaba, en presencia de toda la corte, Príncipe de Asturias de Oviedo. Se daba la curiosa circunstan­cia de que Catalina de Lancaster, abuela de Isabel la Católica, era británica; igual que Leonor de Inglaterra, madre de Berenguela «la Grande», y que Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de la reina Victoria de Inglaterra.

Precisamen­te Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, reservó la cuna para su rubio angelito desde que supo que estaba embarazada. Era la misma que había servido ya a su abuelo, el rey Alfonso XII. Su base estaba formada por cuatro columnas corintias, que sostenían la cama; la parte superior constaba de otras dos columnas análogas que sujetaban la corona real. Los juegos de cama habían sido confeccion­ados en los talleres de la Inclusa. De la casa Walewijk Lacloche procedían varios faldones y un «moisés».

Sin náuseas ni vómitos

El 7 de noviembre de 1906, Victoria Eugenia había escrito una carta a su prima la princesa de Gales, anunciándo­le su estado de buena esperanza: «Quizás mamá [la princesa Beatriz] te haya dicho que estoy encinta y, por lo tanto, no puedo disfrutar tanto de la vida como antes». Los médicos aconsejaro­n a la reina, embarazada, que no viajase en automóvil para evitarle náuseas y vómitos, y que en su lugar lo hiciese en carruaje. El 8 de abril de 1907, los reyes de Inglaterra Eduardo VII y Alejandra arribaron al puerto de Cartagena en su yate «Victoria & Albert». El avanzado estado de gestación de Victoria Eugenia hizo que fuera a recibirles en su lugar la reina María Cristina, acompañada de su hijo Alfonso XIII. La víspera del alumbramie­nto, Ena había hecho vida ordinaria. Gran parun te de la noche la pasó jugando al bridge con su familia. A las once se retiró a descansar, sin percibir señal alguna del parto inminente. Pero horas después, el doctor Manuel Ledesma, médico de cámara, anunció el regio natalicio al mayordomo mayor de Palacio, duque de Sotomayor, quien a su vez se lo comunicó al presidente del gobierno, Antonio Maura. Curiosamen­te, el propio Ledesma había anunciado también, veintiún años atrás, el nacimiento de Alfonso XIII.

La madrugada del 10 de mayo, la reina advirtió los síntomas del parto. Ena yacía sobre uno de los dos lechos de un solo cuerpo, de bronce dorado a fuego. Antes de los primeros dolores, la reina y su esposo habían orado en un severo reclinator­io al pie de dos soberbios mosaicos, regalo del Papa León XIII al rey Alfonso XIII, que representa­ban los Sagrados Corazones de Jesús y de María, obra de los talleres vaticanos. El Sumo Pontífice había apadrinado al monarca en su bautizo. En la Real Capilla, ante el Santísimo, se entonaban también preces para que la reina y su criatura saliesen airosos del trance. Pero el príncipe de Asturias no pudo librarse de la peste sanguínea de la hemofilia que le llevaría finalmente a la tumba, como a otros miembros de su dinastía.

FECHA: 1388 El rey Juan I, padre del futuro Enrique III, nombró a éste príncipe de Asturias con tan sólo nueve años, erigiéndol­e así en el primero de todos.

LUGAR: CASTILLA Juan I creó el título para distinguir al primogénit­o de sus hermanos menores, al igual que los reyes de Inglaterra con sus sucesores los príncipes de Gales.

ANÉCDOTA: El primogénit­o del rey Alfonso XIII, designado príncipe de Asturias, no pudo librarse de la peste sanguínea de la hemofilia que le llevó finalmente a la tumba.

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Enrique III de Castilla (1379-1406) fue hijo de Juan I de Castilla y Leonor de Aragón

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