La Superliga de los Pachetas
Zidane tiene motivos para estar muy orgulloso por la temporada que está completando. Aunque no gane la Liga, es una gesta homérica disputar un título con una alineación compuesta por gente como Militao, Odriozola o Rodrygo, cuyos traspasos suman la bagatela de 140 millones de euros. Más mérito todavía encierra la campaña del Cholo Simeone, a quien no lo valen ni para completar convocatorias los 45 kilos desembolsados por Vitolo y apenas cubre minutillos intrascendentes con Joao Félix, por quien se pagó un cerro de billetes. Se dan aires estos entrenadores de McGyver de lo suyo, héroes de inteligencia suprema obligados a construir una estación espacial con una llave inglesa y un rollo de cinta aislante… mientras compiten en el mismo torneo que José Rojo «Pacheta», burgalés de Salas de los Infantes y entrenador del Huesca. Perdón: pedazo de entrenador del Huesca.
La trayectoria de Pacheta en los últimos nueve meses es digna de una reedición de esas antañonas «Vidas ejemplares» que se vendían en los quioscos para instrucción de la juventud desnortada. A finales de agosto, el técnico ascendió con el Elche, al que metió en el playoff como invitado de última hora tras un mes de tensa espera debido al esperpento del Fuenlabrada y el coronavirus. El dueño del club levantino, un argentino de mucho dinero y poco escrúpulo, lo defenestró para darle el puesto a un ignoto compatriota y él se quedó en paro hasta que lo llamaron de Huesca a mediados de enero, cuando los altoaragoneses tenían pie y tres cuartos en Segunda. Hoy, mora fuera del descenso al cabo de una reacción titánica y se juega la permanencia en el Benito Villamarín.
Pacheta –y Sergio y Bordalás y Escribá y Calleja y qué decir del monstruo de Mendilibar– construyen una plantilla de Primera con un mes del sueldo de Joao Félix. Gracias a entrenadores como ellos, junto a otras docenas que colonizan banquillos en medio mundo, el fútbol español es una referencia mundial en lo tocante a la tecnificación y la preparación. Son la materia gris que pergeña cada domingo trampas para elefantes, jaulas apañadas con tres mimbres en las que los grandes quedan frecuentemente atrapados y por eso, cobardes en su infinita soberbia, intentan construirse un coto cerrado sólo para ricos donde no padezcan la molestia de sentirse como los demás. La Superliga, la única digna de tal nombre por ahora, juega hoy su penúltima jornada en Cádiz, en Vitoria, en Valencia, en Getafe y en todos esos campos en los que la posibilidad de descenso es a la vez una amenaza de bancarrota. Pura vida, la puta vida…
Gracias a entrenadores como Pacheta, Sergio, Bordalás o Mendilibar el fútbol español es referencia mundial