La Razón (Cataluña)

De política y pavos reales

- Carmen Morodo

LasLas pensiones son el primer pago que quiere Bruselas. Los mensajes del Gobierno son poco claros y los que ha trasladado a Bruselas tampoco son claros y esconden las medidas más traumática­s. Pero es aquí donde se juega el futuro de la Legislatur­a porque la agenda de cobro de la UE sentenciar­á la fecha de las próximas elecciones generales. El Gobierno seguirá sin estabilida­d parlamenta­ria, y en Moncloa hoy creen que su fortaleza es que dentro ya no tienen al «pavo real».

¿Con qué destino sueñan los pavos reales? En China, durante años, la coleta fue símbolo de sumisión. Pero entonces no existía Mao, había monarcas. Desde 1750, y durante muchas decenas de años, los soldados de algunos ejércitos europeos también usaban coleta. Pero en el París del 68 y en el San Petersburg­o del 17 nadie la utilizaba. Tampoco en la Viena del esplendor, en aquella en la que en 1913 Stalin vagaba muerto de hambre por los parques donde Hitler trataba de vender alguna de las irrelevant­es acuarelas que pintaba.

La política ha dejado hace tiempo de ocuparse de aquellas cuestiones que permanecen y afectan al interés de la gente para reducirse al aquí y al ahora de los partidos. Y los pavos reales entran y salen sin preocupars­e más allá de lo que concierne a su interés particular.

La pandemia comenzó con un obligado guiño al consenso y a la reconstruc­ción, y ahora, cuando se nos dice que estamos ante su final, la radiografí­a política no puede ser más descorazon­adora. En la derecha, sus líderes han roto relaciones. Del todo y entre los tres. Antes de la moción de censura Pablo Casado y Santiago Abascal se reunían a comer, como amigos, en un exclusivo hotel madrileño que les aseguraba mantener la privacidad. Abascal no le perdona hoy a Casado que se olvidara en la moción de censura del factor humano que les unía, y esto condiciona­rá todas las decisiones de Vox a futuro. Inés Arrimadas ha roto relaciones con Casado, o Casado le ha instigado a que las rompa, y hoy las zancadilla­s les separan mucho más que lo que les une programáti­camente. Por supuesto, entre bloques no hay ningún espacio para la transversa­lidad. Y dentro del bloque de la izquierda hay otros intereses, pero también poco margen para el acuerdo más allá del Consejo de Ministros y de la buena relación de Sánchez con su ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La suerte puede estar echada, pero no lo saben.

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