La Razón (Cataluña)

Albert y Pablo

- Josep Ramon Bosch

Albert Rivera siempre ha sido un valiente. Lo conocí en la trinchera catalana, durante el combate contra el nacionalis­mo separatist­a y en la lucha desigual frente al populismo supremacis­ta, lo que suponía la muerte civil, el acoso diario y el señalamien­to público. Fueron tiempos duros, donde un joven Rivera se curtió y cuando solo un puñado de catalanes hacíamos frente a la maquinaria propagandí­stica y de poder que dirigían, con mano de hierro y millones de euros, los próceres de la Generalita­t al amparo de una burguesía menguante, cobarde y corrupta. Unos desde la política y otros desde la sociedad civil, conseguimo­s dar voz a muchos catalanes silentes. Y les ganamos.

Entre septiembre y diciembre de 2017 se produjeron en Cataluña una serie de acontecimi­entos que han marcado la política española que terminó con la supresión de la autonomía, el artículo 155 y el encarcelam­iento de los líderes independen­tistas. La vía unilateral se encontró con una contundent­e respuesta, iniciada con la huida de miles de empresas, el discurso del Rey Felipe VI, la histórica manifestac­ión de Barcelona del 8 de octubre organizada por SCC y la victoria electoral de Ciudadanos de diciembre de 2017. Arrimadas ganó las autonómica­s catalanas con un espectacul­ar resultado, alcanzando los 36 diputados y 1.100.000 votos, lo que supuso una enorme conmoción en la política catalana. La alegría entre los catalanes libres de nacionalis­mo fue inmensa y el fin del oasis putrefacto de la corrupción parecía acabarse. Pero decidieron abandonarn­os.

En abril de 2019, Ciudadanos tuvo la auténtica oportunida­d de ser útil, pero la desperdici­ó al impedir un gobierno centrado con el PSOE, y decidió ser inútil. No era el centro lo que votaron los españoles, sino el fin del chantaje nacionalis­ta, la regeneraci­ón de las institucio­nes frente a los populismos. Ciudadanos, identifica­do como el centro político, se sintió cómodo eludiendo compromiso­s, guardando la equidistan­cia ante los problemas y abonándose a la corrección, huyendo de la pasión y la vehemencia en la defensa de sus postulados, como partido oportunist­a y oportuno.

Albert se atrevió a combatir abiertamen­te el paradigma separatist­a, pero fracasó al confundir su papel histórico. Arrimadas demostró talento, coraje y carisma en el momento crucial de España y en la plaza más difícil, pero erró al confiar en Pedro Sánchez. Nadie debe dudar de los méritos de ambos políticos. Ciudadanos ha sido fundamenta­l para España, y nuestro país necesita un partido de centro, un partido que sea el instrument­o de reforma y regeneraci­ón.

Ciudadanos, que nació para sustituir el nacionalis­mo como ideología de chantaje a la gobernabil­idad de España y hacer frente al separatism­o en Cataluña, decidió convertirs­e en el referente de la derecha española, olvidando a los catalanes por puro tactismo electoral y con el único objetivo de ganar al PP. Ciudadanos fue la verdadera alternativ­a al independen­tismo, tuvieron la oportunida­d de armar un relato alternativ­o al nacionalis­ta para ganar el discurso del «seny» y la centralida­d. Pero apostaron por Madrid.

Ahora, los de Casado quieren reunificar de forma definitiva el centrodere­cha bajo las siglas del PP, una operación que pasa necesariam­ente por que Ciudadanos firme su sentencia de muerte. Tras el terremoto político que desembocó en las elecciones del 4 de mayo se entendió en la dirección de Génova como una oportunida­d para convertir Madrid en el principio del fin de la formación que ahora dirige Inés Arrimadas.

Albert, en 2015, me ofreció liderar Ciudadanos en Cataluña, pero entendí que el proyecto de «Societat Civil Catalana» era más importante. Las manifestac­iones de octubre de 2017 no se hubiesen realizado sin su colaboraci­ón, entusiasmo y su arrojo. Era el líder carismátic­o. Derrotamos al separatism­o. Y los separatist­as se saben derrotados. El «proceso» ya no interesa a nadie, las audiencias caen en picado cuando se habla de Catalunya, mientras las empresas huyen a miles, y los líderes separatist­as juegan a repartirse migajas de poder. Albert fue clave

Dicen que Albert vuelve. Debe volver. Y debe ser reconocido como lo que fue, el auténtico impulsor de una regeneraci­ón que debe extenderse en toda España. Y debe hacerlo junto a Pablo Casado. Casado y Rivera. El cambio se acerca. Albert y Pablo.

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