Albert y Pablo
Albert Rivera siempre ha sido un valiente. Lo conocí en la trinchera catalana, durante el combate contra el nacionalismo separatista y en la lucha desigual frente al populismo supremacista, lo que suponía la muerte civil, el acoso diario y el señalamiento público. Fueron tiempos duros, donde un joven Rivera se curtió y cuando solo un puñado de catalanes hacíamos frente a la maquinaria propagandística y de poder que dirigían, con mano de hierro y millones de euros, los próceres de la Generalitat al amparo de una burguesía menguante, cobarde y corrupta. Unos desde la política y otros desde la sociedad civil, conseguimos dar voz a muchos catalanes silentes. Y les ganamos.
Entre septiembre y diciembre de 2017 se produjeron en Cataluña una serie de acontecimientos que han marcado la política española que terminó con la supresión de la autonomía, el artículo 155 y el encarcelamiento de los líderes independentistas. La vía unilateral se encontró con una contundente respuesta, iniciada con la huida de miles de empresas, el discurso del Rey Felipe VI, la histórica manifestación de Barcelona del 8 de octubre organizada por SCC y la victoria electoral de Ciudadanos de diciembre de 2017. Arrimadas ganó las autonómicas catalanas con un espectacular resultado, alcanzando los 36 diputados y 1.100.000 votos, lo que supuso una enorme conmoción en la política catalana. La alegría entre los catalanes libres de nacionalismo fue inmensa y el fin del oasis putrefacto de la corrupción parecía acabarse. Pero decidieron abandonarnos.
En abril de 2019, Ciudadanos tuvo la auténtica oportunidad de ser útil, pero la desperdició al impedir un gobierno centrado con el PSOE, y decidió ser inútil. No era el centro lo que votaron los españoles, sino el fin del chantaje nacionalista, la regeneración de las instituciones frente a los populismos. Ciudadanos, identificado como el centro político, se sintió cómodo eludiendo compromisos, guardando la equidistancia ante los problemas y abonándose a la corrección, huyendo de la pasión y la vehemencia en la defensa de sus postulados, como partido oportunista y oportuno.
Albert se atrevió a combatir abiertamente el paradigma separatista, pero fracasó al confundir su papel histórico. Arrimadas demostró talento, coraje y carisma en el momento crucial de España y en la plaza más difícil, pero erró al confiar en Pedro Sánchez. Nadie debe dudar de los méritos de ambos políticos. Ciudadanos ha sido fundamental para España, y nuestro país necesita un partido de centro, un partido que sea el instrumento de reforma y regeneración.
Ciudadanos, que nació para sustituir el nacionalismo como ideología de chantaje a la gobernabilidad de España y hacer frente al separatismo en Cataluña, decidió convertirse en el referente de la derecha española, olvidando a los catalanes por puro tactismo electoral y con el único objetivo de ganar al PP. Ciudadanos fue la verdadera alternativa al independentismo, tuvieron la oportunidad de armar un relato alternativo al nacionalista para ganar el discurso del «seny» y la centralidad. Pero apostaron por Madrid.
Ahora, los de Casado quieren reunificar de forma definitiva el centroderecha bajo las siglas del PP, una operación que pasa necesariamente por que Ciudadanos firme su sentencia de muerte. Tras el terremoto político que desembocó en las elecciones del 4 de mayo se entendió en la dirección de Génova como una oportunidad para convertir Madrid en el principio del fin de la formación que ahora dirige Inés Arrimadas.
Albert, en 2015, me ofreció liderar Ciudadanos en Cataluña, pero entendí que el proyecto de «Societat Civil Catalana» era más importante. Las manifestaciones de octubre de 2017 no se hubiesen realizado sin su colaboración, entusiasmo y su arrojo. Era el líder carismático. Derrotamos al separatismo. Y los separatistas se saben derrotados. El «proceso» ya no interesa a nadie, las audiencias caen en picado cuando se habla de Catalunya, mientras las empresas huyen a miles, y los líderes separatistas juegan a repartirse migajas de poder. Albert fue clave
Dicen que Albert vuelve. Debe volver. Y debe ser reconocido como lo que fue, el auténtico impulsor de una regeneración que debe extenderse en toda España. Y debe hacerlo junto a Pablo Casado. Casado y Rivera. El cambio se acerca. Albert y Pablo.