AL RICO BOTELLÓN
DeDe nuevo, por segundo fin de semana consecutivo desde que decayó el estado de alarma, y gracias al vacío jurídico promovido por el Gobierno de la nación, las escenas de las concentraciones irregulares y los botellones ilegales se han reproducido por distintos rincones de la geografía nacional. Sólo una novedad relevante y destacada respecto a lo acontecido hace siete días, la Comunidad de Madrid. Sus autoridades dieron cuenta de una normalidad casi absoluta sin que la celebración de San Isidro, el patrón de la capital, alterara esa calma que es deseable en tiempos aún de pandemia intensa si lo que pretendemos en atender y proteger la salud público. Ya sabemos aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Si solo fueran dos, se podría ser hasta indulgente con los temerarios y los imprudentes, pero la realidad es otra. Barcelona volvió a ser el epicentro de este desmadre calamitoso e irresponsable con 16.000 personas desalojadas en aglomeraciones y botellones en dos noches que pusieron a prueba a las fuerzas de seguridad. Pero también Pamplona, León, donde hubo que lamentar incluso un fallecido, o Salamanca sobrepasaron los límites de lo tolerable, si bien no fueron las únicas. Apelar a la sensatez de algunos de nuestros conciudadanos es una ingenuidad visto lo visto, pero las administraciones están obligadas a poner los medios imprescindibles para contener y reprender estos brotes incívicos e insolidarios. Como sociedad hemos pagado un precio insoportable para ser ahora consentidores. En las playas de Málaga, de día, o de Barcelona, de noche (imágenes), necesitan tener claros los límites.