«NO QUIERO UN PARTIDO DE PALMEROS QUE VIENEN A UN TIOVIVO DE CARGOS»
Susana Díaz Secretaria general del PSOE en Andalucía
EnEn el PSOE andaluz andan con las espadas en alto. La de Susana y la de Sánchez, con el alcalde Juan como escudero de por medio. En realidad, los duelistas son diestros en cruzar los sables, pero parecen más duchos en los puñales por la espalda y la navaja cachicuerna. Moncloa ha puesto todos los huevos en la misma cesta en la riña a garrotazos que se viene. Susana Díaz y todos ya sabemos, porque el algodón de Ferraz no engaña y el de Moncloa, menos, que ella no es la candidata de Madrid, entre otras cosas porque el líder no olvida ni perdona y le da igual como se sirva la venganza con tal de que el «homenajeado» la devore. Y, como hay que hacer de la necesidad virtud, se ha aparecido en la contienda con la identidad de una aspirante antisistema, un ente alternativo al sanchismo. Una lideresa underground contra el poder establecido. También es verdad que la ahora heterodoxa Susana tendrá trabajo para argumentar a los afiliados su conversión, su particular caída del caballo que la condujo del establishment chavista y griñanista a erigirse en una rebelde con causa y faralaes. En ese trance sería conveniente que se midiera y tanteara el terreno antes de dar por supuesto que la militancia socialista es de memoria apagada y el resto de los ciudadanos espectadores imbéciles total. Por ejemplo, como ese lema de campaña que soltó ayer en su ruta por los municipios de Huelva, con ese «no quiero un partido de palmeros que vienen a un tiovivo de cargos», cualquiera piensa y no yerra que se está mirando en el espejo. Palmeros, cargos, enchufados, amiguetes, recomendados, protegidos... son el retrato del socialismo andaluz de la corrupción, los escándalos, los prostíbulos, los eres, las tarjetas que alumbró a Susana Díaz y a otros muchos durante lustros. Cuesta encontrar en ese mejunje ejemplaridad y regeneración. Un cambio. No lo hay.