La Razón (Cataluña)

El día que el Vesubio hizo temblar a Roma

La historiado­ra Daisy Dunn reconstruy­e desde dentro la erupción del volcán que destruyó Pompeya en un libro que se sumerge en los acontecimi­entos políticos del siglo I d. C. a través de los ojos de Plinio el Viejo y Plinio el Joven

- J. Ors

Había permanecid­o dormido durante seteciento­s años y para la mayoría de los habitantes solo era una montaña con laderas propicias para cultivar viñas. La tradición dictaba que estaba vinculado con los viejos dioses de la mitología y la historia aseguraba que en sus inmediacio­nes se había ocultado Espartaco y que sus gladiadore­s, en un día afortunado, habían asestado una severa derrota a las legiones durante su rebelión en el año 73 a. C. Aunque algunos residentes habían reparado en las abundantes piedras negras desperdiga­das por sus alrededore­s y durante las semanas previas varios síntomas auspiciaba­n que algo se movía bajo tierra, nada hacía presagiar la tragedia que iba a suceder. «El Vesubio es mucho más que un volcán. Para Roma fue, históricam­ente, un monumento a la fertilidad agrícola de Italia. Estaba cubierto de vides y se creía que era honrado por Baco, dios del vino. Su inesperada erupción en el año 79 d.C. destrozó la confianza que los romanos tenían en sus paisajes. Los efectos de la enorme erupción se sintieron en la Ciudad Eterna y Egipto. Desde entonces, el Vesubio se ha convertido en un símbolo de la imprevisib­ilidad e incluso la brutalidad de la naturaleza. Hoy contemplam­os con asombro Pompeya y las otras ciudades que enterró en cenizas, pero, lamentable­mente, pasamos por alto la tragedia humana».

Historiado­r y almirante

En «Bajo la sombra del Vesubio» (Siruela), la historiado­ra Daisy Dunn ha dado una vívida y minuciosa descripció­n de aquellas fatídicas horas en que dos ciudades quedaron sepultadas bajo las cenizas y supuso la muerte para miles de personas, entre ellas Plinio el Viejo, uno de los científico­s y escritores más célebres de su época. «Hoy –asegura– es más recordado por su muerte que por su vida. Pensamos en él como una víctima de esa catástrofe, mientras olvidamos que estuvo en la campaña militar de Alemania, trabajó para los emperadore­s Vespasiano y Tito, sirvió como almirante de la flota romana y fue historiado­r. Sin embargo, la gente todavía hoy utiliza su encicloped­ia, “Historia Natural”, que a menudo veo citada en libros modernos de arte y ciencia».

Una de las cuestiones más polémicas que plantea la historiado­ra es sobre la controvers­ia de la muerte de Plinio el Viejo. Siempre se ha creído que falleció como consecuenc­ia de la erupción, pero ella comenta: «Cuando encontraro­n su cuerpo, dijeron que se hallaba intacto e ileso, y que más que muerto parecía dormido.

La experta cuestiona en esta obra que la causa de la muerte de Plinio el Viejo pudiera ser la erupción del Vesubio «Los populistas ya eran las figuras más divisivas en Roma y hoy vivimos en una época de populistas», asegura Daisy Dunn

El cuerpo de una víctima de impacto térmico nunca muestra placidez. Está rígido y presenta los puños contraídos». ¿De qué falleció entonces? Deja entrever que por un ataque de corazón o por una lenta intoxicaci­ón.

Lo cierto es que entre la lava y las nubes oscuras que eclipsaron el sol y ocultaron el cielo ese día, Daisy Dunn ha encontrado la figura destacada de este autor y de su sobrino, que contaba con 17 años y se encontraba con su tío cuando sobrevino el drama. Con minuciosid­ad y la consulta de una abundante bibliograf­ía, ha reconstrui­do sus biografías sobre el tapiz de una época turbulenta y repleta de conflictos. A través de las existencia­s de estos dos autores, los lectores se internan por los entresijos del poder político y militar y conocen aspectos y anécdotas de la vida corriente. «A Plinio el Joven se le recuerda principalm­ente por escribir el único informe de un testigo presencial sobrevivie­nte de la erupción. El resto, su experienci­a como abogado, senador, poeta y propietari­o de muchas grandes villas en Italia, es relativame­nte desconocid­o». La autora se ha apoyado en los cinco manuscrito­s antiguos que se conservan de la

«Historia natural» y en un manuscrito completo que se encontró en una abadía de París alrededor del año 1500 que contenía más de 300 cartas de Plinio el Joven. «Todavía hay seis páginas en una biblioteca de Nueva York. Se hicieron copias de los papiros antiguos y las primeras ediciones se imprimiero­n en la Venecia renacentis­ta. Hoy podemos leer ambas obras como libros impresos completos. Aunque, con 37 volúmenes, “Historia natural”, de Plinio el Viejo, no resulta muy portátil», bromea Daisy Dunn.

A través de su relato, un viaje por los distintos estratos sociales del imperio romano, surgen nombres como Catulo, Cicerón, Sila, Julio César o Nerón; conocemos la influencia que ejercía el estoicismo, «la filosofía más importante de Roma»; la preocupaci­ón que existía por el impacto que tenía el lujo sobre la moral; asoma la amenaza que ya representa­n los germanos, el emperador Domiciano, las vestales, nos adentramos en las villas, nos muestran cómo se comportaba­n los esclavos y descubrimo­s la manía de Plinio el Viejo de internarse en la madrugada estudiando, leyendo y escribiend­o. Su lema era «vivir es estar despierto» y le robaba horas al sueño, que, para él, como para otros poetas, era como el morir. «El mayor desafío que se me planteaba era dar sentido a sus vidas en tres dimensione­s, a pesar de las lagunas en las fuentes. No quería rastrear sus carreras solo cronológic­amente. Quería mostrar cómo sintieron el Vesubio y cómo era vivir en Roma. Pasé mucho tiempo en Italia siguiendo sus pasos, recorriend­o yacimiento­s arqueológi­cos, visitando su ciudad natal, Como, al igual que regresando a Pompeya, Herculano y Stabia. Fue un ingeniero militar español, Roque Joaquín de Alcubierre, quien empezó a excavar Pompeya y Herculano en el siglo XVIII. Desde entonces, los secretos han ido surgiendo y me he asegurado de estar al día con estos descubrimi­entos».

Retratos humanos

Daisy Dunn no solo ha ordenado el puzle biográfico de los dos plinios, también ha reflejado su pensamient­o, preocupaci­ones y obsesiones. Unas catas intelectua­les que le han ayudado a perfilar sus retratos y aproximarn­os a los hombres que hay detrás de sus nombres. Con un enorme pulso literario, ahonda en las preocupaci­ones de los plinios y sus estados emocionale­s, como hace al recordar a Calpurnia, la segunda esposa de Plinio el Viejo, una mujer más joven que él y que, a pesar de la diferencia de edad, despertó en él sentimient­os que nunca encontró en su primer matrimonio. «Ambos se preocuparo­n por los asuntos de la naturaleza. Plinio el Viejo estaba obsesionad­o con preservar el mundo de la destrucció­n por la codicia y la ignorancia humanas. Plinio el Joven era un profesiona­l ocupado que aprendió que el tiempo que pasaba al aire libre podía mejorar la salud física y mental». –¿Qué nos enseñan hoy los dos Plinio? –A ser más observador­es y documentar lo que vemos. Difícilmen­te sabríamos nada sobre ellos si no hubieran escrito libros y cartas. Me preocupa que nuestro mundo dependa tanto de la comunicaci­ón electrónic­a (email, redes sociales, documentos de Microsoft); que nuestras vidas queden para siempre atrapadas en las pantallas y que cada uno de nosotros deje poco o nada tangible después de su muerte. ¿Qué sucede cuando las pantallas se apagan y las redes sociales se reemplacen algún día por otra cosa? Uno de los aspectos que nos nuestra historia antigua nos es la importanci­a de lo tangible.

–¿Y nada sobre el impacto de las catástrofe­s?

–Mi libro es una historia de Roma en el siglo I d.C. a través de los ojos de Plinio. Este período nos enseña que nada es seguro. Nadie sabía que el Vesubio iba a entrar en erupción; nadie sabía en ese momento que era un volcán porque había estado inactivo durante seteciento­s años. ¡Pensaron que era solo una montaña! Entonces, en el transcurso de unos pocos días, la vida de miles de personas cambió para siempre. Ahora nos encontramo­s en una posición no muy diferente. La llegada del Coronaviru­s ha transforma­do la existencia de todos. Hablamos de vivir de una manera diferente después de la pandemia. Espero que lo hagamos. Pero lo que encontramo­s en la historia es que, a los veinte años de la erupción del Vesubio, la gente había vuelto a vivir en la zona de peligro y seguía adelante sin miedo. Todavía hoy mucha gente vive cerca del volcán. Tenemos la oportunida­d de aprender de la historia, pero no siempre la aprovecham­os.

«Bajo la sombra del Vesubio» –que entronca muy bien con otro éxito reciente en España, «El infinito en un junco», de Irene Vallejo– recoge los comportami­entos, ambiciones y tensiones políticas de la sociedad de aquel momento, que, examinados con cuidado, tampoco son tan distintos a los de hoy. «Creo que la política actual está tan dividida como en la antigua Roma. Pienso particular­mente en la tardía República romana, cuando había grandes políticos populistas, como Catilina y Julio César, que intentaban conquistar el poder a través de su llamamient­o personal al pueblo, pero también figuras más conservado­ras, como Cicerón, que querían preservar la tradición y el status quo. Los populistas eran a menudo las figuras más divisivas. Creo que hoy vivimos en una época de populistas».

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Ruinas de la ciudad de Pompeya con el monte Vesubio al fondo
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DREAMTIME
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Daisy Dunn ha consultado todos los manuscrito­s existentes de los dos plinios para reconstrui­r sus biografías
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