La Razón (Cataluña)

Collage en la ORCAM

- Gonzalo ALONSO

Obras: Duran y Rossini. Solistas: S. Puértolas, M.J.Montiel, A.Hernández, J. A.López. Orquesta y Coro de la Com. de Madrid. Director: Victor Pablo Pérez. Auditorio Nacional. Madrid, 12-V-2021.

Continuó el VII ciclo de Música y religiones de la Orcam con un concierto muy especial, en el que se entrelazab­an dos obras de Juan Durán y Gioachino Rossini. La primera de ellas, la cantata «Crisol», obedece a un encargo de la ORCAM en colaboraci­ón con la SGAE y la AEOS. Su estreno iba a tener lugar el pasado 25 de enero, pero hubo que posponerlo a causa de la pandemia e, incluso ahora, la plantilla ha tenido que ser reducida, especialme­nte en las secciones de viento y percusión. La obra empieza con un solo de violín seguido del coro, a los que se une el resto de las maderas en una textura sutil con un leve acompañami­ento de la cuerda. Poco a poco aparecerán citas al el Kadosh, el cántico de alabanza tradiciona­l hebreo por antonomasi­a que es también evocado en «La lista de Schindler» y el Tala «al Badru» Alayna, poema islámico tradiciona­l, que se considera el primer cántico musulmán que se le dedicó a Mahoma cuando éste entró en Medina. También la cultura cristiana se halla presente a través del «Cántico de las criaturas» original del propio Durán y cada una de las tres culturas presenta un coro específico. El carácter casi etéreo cambia radicalmen­te cuando entra la percusión. La amalgama incluye también una cita a la «Pasión según San Mateo» bachiana. Las tres culturas, cristiana, judía y musulmana, se funden finalmente en un explosivo final. La partitura, de algo más de quince minutos, fue muy aplaudida, ya que llega al oyente en una forma asequible, comunicati­va y atractiva. Rossini también empleó el collage en su «Stabat Mater», una de las obras de su última etapa, en la que lo religioso y lo operístico van muy unidos y que ha de agradecer a España su existencia, nacida tras la visita del compositor a Madrid. En sus diez números encontramo­s pasajes tan operístico­s como el «Cujus animan gementem» del tenor, bien abordado por Airam Hernández; el impactante solo del bajo «Pro peccatis suae gentis» en el que lució su poderosa voz Jose Antonio López; la más serena página de la soprano «Inflammatu­s et accensus», correctame­nte traducida por Sabina Puértolas y la cavatina para mezzo «Fac, ut portem Christi mortem», en la que una mucho más estilizada María José Montiel mostró su preciosa voz de timbre acariciado­r y su capacidad para impregnar de sentimient­o cada palabra. Víctor Pablo Pérez dirigió con entusiasmo, quizá un punto excesivo en el volumen, a una orquesta y unos coros que, como le sucede también a otras formacione­s, parece que la pandemia les haya favorecido. Un programa así, con una magnífica interpreta­ción, no podía dejar de entusiasma­r al auditorio.

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