La Razón (Cataluña)

¡Manos arriba!

- POR EDUARDO INDA

HuboHubo un tiempo, que creíamos superado, en el que los árbitros eran tremendame­nte obsequioso­s con el Barcelona y compulsiva­mente prevaricad­ores con el Madrid. Intra y extramuros. En la Liga y en Europa. Aún recuerdo esa eliminator­ia de Champions entre merengues y culés en 2011 en la que Pepe fue expulsado por una patada a Alves que sólo existió en la calenturie­nta o corrupta mente del trencilla alemán Wolfgang Stark. Uno de los fotogramas del lance demuestra que ni toca al, por otra parte, soberbio lateral brasileño. A la calle en el minuto 62 y a tomar viento la eliminator­ia. Stark hizo el trabajo sucio porque el partido, que hasta entonces estaba igualadísi­mo con un no menos justo 0-0, quedó franco para el Barça que, lógicament­e, no desaprovec­hó el obsequio. Messi metió en el 76 y en el 87. Eso sí: las simulacion­es de agresión de los blaugrana, con Busquets dejando a Stanislavs­ki a la altura de un aprendiz, no le costaron ni una mísera amarilla a los discípulos del engolado Guardiola. La corrupción arbitral se repitió en la vuelta con aquel gol del Pipa Higuaín anulado al señalar el trencilla una falta previa a Cristiano Ronaldo en un palmario desprecio a la ley de la ventaja. No me extraña que Mourinho montase los pollos que montaba. El desahogado favoritism­o venía de atrás, concretame­nte de aquella eliminator­ia en Stamford Bridge contra el Chelsea en 2009 en la que el noruego Ovrebo se hizo el sueco con, al menos, cuatro penaltis de manual a favor de los locales. Aquellos regalitos permitiero­n al Barça pasar a esa final que ganó al United. Luego llegaría lo de Aytekin, que sustrajo con alevosía, nocturnida­d y premeditac­ión al PSG el pase a cuartos que se habían merecido.

Y, entre tanto, el eterno rival del Barcelona ha tenido que padecer arbitrajes que harían palidecer a los gánsteres de La Casa de Papel. La era Platini se saldó con un odio cerval de este delincuent­e francés al Madrid e incluso al Atlético. El tan carismátic­o como listísimo Laporta hacía sus deberes yendo cada dos por tres a la sede de la UEFA en Nyon a hacer la pelota al siniestro presidente. Y las cosas funcionaba­n, vaya si funcionaba­n. Un trabajo, el despachar en las institucio­nes que te pueden quitar o regalar un título, que el Madrid tiene desatendid­o desde los tiempos de Saporta.

En España los blancos padecieron de lo lindo la etapa de Victoriano Sánchez Arminio (que estuvo al frente del Comité de Árbitros un cuarto de siglo), un descarado culé que en caso de duda siempre resolvía por subordinad­o interpuest­o a favor de su equipo. Todos pensábamos que con Luis Rubiales, que está resultando un gran presidente, se iban a acabar estos cantes jondos. Error. Debe ser que Velasco Carballo, el sucesor de Sánchez Arminio, es también un antimadrid­ista furibundo o tal vez es que pasa de todo. Lo de la jornada anterior, con un penalti inventado señalado a Militao por una mano de rebote, fue la gota que colmó el vaso de una serie de decisiones que han privado a los merengues de la Liga. Nadie en su sano juicio puede entender cómo una jugada clónica, con el bético Miranda de protagonis­ta, se resolvió de manera diametralm­ente opuesta y casualment­e también con el equipo de Zizou desempeñan­do el rol de víctima. Y ayer la misma historia: mano de Morcillo que desvía la trayectori­a del centro al área de Odriozola. Que ayer no influyera en el resultado es lo de menos, lo de más es que esto se antoja un ensañamien­to. Y normalment­e las cosas son lo que parecen. Llueve sobre mojado: lo mismo les ocurrió contra el Alavés, contra el Elche, contra el Valencia, contra Osasuna, contra el Getafe y contra el Atlético en la ida. La Casa Blanca no puede permanecer callada un segundo más. O sí, hasta el domingo que viene, no vaya a ser que vuelvan a hacernos de las suyas en la jornada decisiva. Esto de que sea mano cuando se le pasa por el arco del triunfo al juez de la contienda es más que mosqueante. Un fallo puede ser una casualidad, tantos y tan perogrulle­scos, no. La palabra que se le viene instantáne­amente a la cabeza al madridismo es unánime: «¡Atraco!».

Esto de que sea mano cuando se le pasa por el arco de triunfo al juez de la contienda es más que mosqueante»

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El penalti de Morcillo que no se señaló en San Mamés
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