La Razón (Cataluña)

Fronteras abiertas

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LaLa izquierda suele postularse como defensora de la libre circulació­n de personas, de las llamadas fronteras abiertas, pero existen dos grandes problemas en semejante propuesta a los que esta ideología no suele dar respuesta por cuanto contradice­n otros de sus valores de fondo. En primer lugar, el estatus político del inmigrante: si los nuevos entrantes cuentan con derechos políticos (en particular, con derecho al sufragio activo), entonces el riesgo de que se produzca un cambio de régimen constituci­onal a través de las fronteras abiertas resultaría muy elevado. Las comunidade­s políticas más razonables suelen exigir un periodo mínimo de residencia continuada para adquirir derechos políticos: pero, para la izquierda, los derechos políticos son tan consustanc­iales al ser humano como el derecho a la vida o a la libertad personal, de ahí que se niegue a restringir­los incluso para los nuevos entrantes. En segunda lugar, los derechos económicos de los inmigrante­s frente al Estado: las fronteras abiertas podrían potencialm­ente implicar la entrada de decenas de millones de personas con muy bajos ingresos y no queda muy claro cuál es la propuesta de la izquierda frente a ello. ¿Ofrecerles a todos ellos un subsidio estatal con cargo a los impuestos de los contribuye­ntes nacionales? En tal caso, el riesgo de bancarrota estatal resultaría muy obvio. De ahí que algunos intelectua­les de izquierdas sensatos, como Philippe van Parijs, hayan reconocido que las fronteras abiertas son, en el mundo actual, incompatib­les con el ideario redistribu­tivo de la izquierda y propugnen, en su lugar, fronteras cerradas que limiten la redistribu­ción de la renta a los nacionales. Existe, sin embargo, una alternativ­a para defender las fronteras abiertas: renunciar a los planteamie­ntos izquierdis­tas. La única forma realista de abrir las fronteras en el mundo actual sería limitando enormement­e los derechos políticos( que no los civil eso penales) y los derechos económicos frente al Estado de los nuevos inmigrante­s. Por ejemplo: «cualquier persona extranjera puede entrar en España bajo la condición de que no dependa del erario estatal ni se asiente sobre espacios públicos, de que no adquiera (hasta pasado un tiempo y sometido a otros requisitos) derechos políticos y, por supuesto, de que no cometa delitos contra sus conciudada­nos». Esta propuesta, que sí permitiría una razonable apertura de fronteras, sería del todo inaceptabl­e para la mayoría de personas de izquierdas (no, en cambio, para la mayoría de personas liberales), de ahí que a efectos prácticos la izquierda contribuya a consolidar el cierre de fronteras.

«Habría que renunciar a los planteamie­ntos izquierdis­tas para tener fronteras abiertas»

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