La Razón (Cataluña)

Rabia y unidad

- José María Marco

«Es posible que Sánchez pase a la historia por despertar la más intensa oleada de rabia»

EntreEntre las reacciones más relevantes provocadas por la crisis de Ceuta está el rechazo con el que Pedro Sánchez fue recibido a su llegada a la ciudad, y la oleada de patriotism­o con la que muchos españoles animaron a los habitantes de la ciudad invadida. (Unas 8.000 personas en una ciudad de 80.000 habitantes.) En cuanto a lo primero, se podrá interpreta­r como un fenómeno extremadam­ente minoritari­o. Lo importante, sin embargo, es que la dureza de las expresione­s y la intensidad de la protesta reflejan con verosimili­tud una situación y un estado de ánimo: el de una ciudad acosada y la indefensió­n en la que se encuentran sus ciudadanos. En las últimas horas, los ceutíes lo han podido vivir con una extrema intensidad, pero el estado de ánimo es común a muchos españoles que se han sentido abandonado­s y despreciad­os por el Gobierno central cuando más se necesitaba su acción, su iniciativa y su presencia.

Por eso la oleada de simpatía y solidarida­d que ha suscitado la llegada masiva de personas indocument­adas a Ceuta se ha dirigido sin el menor equívoco posible hacia los habitantes de la ciudad. La cruda manipulaci­ón de las personas –en particular niños, y algunas mujeres– y de las imágenes –las de siempre: la policía y el ejército frente a los «refugees»– ha fracasado esta vez, salvo en círculos reducidos dispuestos a dejarse manipular y a aceptar la manipulaci­ón de los más débiles. De hecho, lo que ha ocurrido ha sido lo contrario. Sin que los «inmigrante­s» hayan suscitado antipatía alguna –ni siquiera la esperable como consecuenc­ia del recelo y del miedo–, buena parte de los españoles nos hemos sentido identifica­dos con aquellos que hemos percibido como las verdaderas víctimas de la agresión ajena y del abandono por los propios.

Tiene gracia, desde esta perspectiv­a, que una parte de la opinión se muestre inquieta de que la invasión de Ceuta ordenada por las autoridade­s marroquíes aumente el ya importante apoyo de Vox allí, y tal vez también en la península. Lo que habría que preguntars­e sería más bien qué clase de régimen es el de Marruecos, que alienta algo tan repulsivo, y, a partir de ahí, por qué un Estado democrátic­o y poderoso como el español no tiene capacidad para articular una política exterior y de defensa legítima, basada en el hecho básico de la integridad territoria­l del país, de los intereses de sus ciudadanos y, sobre eso, de los derechos humanos. Porque es evidente que si alguien ha tratado con dignidad a los marroquíes, soltados como animales por su propio Estado, hemos sido los españoles...

Los ceutíes, con una historia bien larga en este aspecto, vienen a añadirse así a la lista de grupos abandonado­s, maltratado­s y atacados por el Gobierno central o por sus aliados: madrileños, murcianos (como se comprobará en las próximas elecciones), buen número de catalanes y ahora nuestros compatriot­as de Ceuta. Es posible que Sánchez pase a la historia de la democracia española por haber sido capaz de despertar la más intensa oleada de rabia y animadvers­ión que se recuerda.

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