La Razón (Cataluña)

«Lo arreglarán nuestros hijos»

- Julián Cabrera

NosNos contaba a los periodista­s enviados a una cumbre hispano-marroquí en Rabat el desapareci­do ministro de Exteriores Fernández Ordóñez, un episodio en el que el rey Juan Carlos I le sugería en un distendido encuentro al anterior rey de Marruecos Hasán II poner fin a la eterna piedra en el zapato que los diferendos sobre Ceuta y Melilla acarreaban a la relación entre ambos vecinos. La respuesta del monarca alauí fue especialme­nte indicativa: «eso, hermano Juan, lo tendrán que arreglar nuestros hijos». Todo un síntoma premonitor­io sobre algo que siempre va a resultar arma arrojadiza por parte del estado marroquí. Pero traída a colación la no tan pequeña anécdota, conviene recordar que hay códigos en la relación hispano marroquí que, precisamen­te por lo controvert­ido de la misma, nunca pueden dejarse al albur del juego político doméstico. Son auténticas cuestiones de Estado como muy bien sabe por cierto nuestro rey emérito, cuya mano resultó ser clave en no pocas ocasiones para desbloquea­r negoLa ciaciones o salvar mutuos malentendi­dos. No ha habido gobierno de nuestra actual democracia que haya escapado a una crisis de relaciones con el vecino marroquí, esa es una realidad tan palmaria como que los picos de tensión casi siempre han venido a coincidir –salvada alguna excepción– con momentos de debilidad en el ejecutivo español de turno o al menos –recuérdese el caso de Perejil– con situacione­s en las que el vecino del sur podría concluir que había suficiente agua en la piscina para lanzar el órdago.

crisis –no migratoria– abierta en Ceuta coincidien­do con las complicada­s relaciones entre ambos estados tras la acogida al líder del Frente Polisario con nada menores cuentas judiciales pendientes, Brahim Gali, «por razones humanitari­as», vuelve a poner de manifiesto el arbitrario control de fronteras como gran instrument­o de presión del vecino del sur, contra las que consideran supuestas deslealtad­es, al menos del socio podemita de nuestro gobierno a propósito de la postura frente al conflicto saharaui. Nada es casual y el Gobierno lo sabe, sin ir más lejos este pasado año en el seno del Ejecutivo se intercepta­ban contactos de Podemos en la dirección de un posible encuentro del entonces vicepresid­ente Iglesias con el Frente Polisario. Terreno lleno de charcos para activistas metidos a gobernante­s. Marruecos no es un estado cualquiera y ponerle pie en pared va a requerir de algo más que la imagen de trifulcas parlamenta­rias vivida ayer, sobre la que Rabat con alborozo tomaba buena nota.

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