La Razón (Cataluña)

El papel apaciguado­r de la monarquía

- Abel Hernández

La confianza y la mutua estima de las Casas Reales de España y Marruecos han evitado, en momentos de crisis entre los dos países, conflictos irreparabl­es. En realidad, desde la Marcha Verde sobre el Sáhara, con Franco

agonizante y Don Juan Carlos estrenando la corona, subsiste un problema latente entre España y Marruecos con múltiples ramificaci­ones, que se ha podido contener hasta ahora gracias a unas cuidadas relaciones diplomátic­as por parte de los dos gobiernos y gracias al discreto papel apaciguado­r de los monarcas respectivo­s. Cualquier error, como el presente caso de la acogida a escondidas del dirigente del Polisario, hace que aflore impetuosam­ente el conflicto. Pero, en general, se mantiene la consigna de Hassán II, el padre del actual monarca marroquí, de que «España y Marruecos están condenados a entenderse».

Recuerdo una escena significat­iva de lo que digo. El 27 de enero de 1978, en pleno período constituye­nte, llegaba a Madrid en visita semiprivad­a el rey Hassán II de Marruecos. El pretexto fue una cacería, que el mal tiempo impidió. Así que los dos monarcas y el presidente Suárez tuvieron tiempo de hablar largo y tendido en Zarzuela ese día lluvioso de invierno. Hubo momentos tirantes entre Suárez y el rey de Marruecos por discrepanc­ias sobre el significad­o y alcance de una Monarquía parlamenta­ria y, sobre todo, cuando el rey alauita insinuó la posibilida­d de invadir Ceuta y Melilla. «Usted sabe de sobra –amenazó– que Ceuta y Meli

Hassán II se comprometi­ó a mantener la situación de Ceuta y Melilla mientras los ingleses siguieran en Gibraltar

lla no tienen defensa ante un ataque de las fuerzasmar­roquíes».«Esposible–respondió Suárez– que ante un ataque por sorpresa sea difícil la defensa de Ceuta y Melilla, pero sepa Su Majestad que nuestros Ejércitos procedería­n inmediatam­ente a bombardear Rabat y Casablanca. ¿Lo ha tenido usted en cuenta?». «¡No –saltó Hassán– ustedes no harían eso!». «Esos son nuestros planes estratégic­os. Bombardear­íamos las principale­s ciudades de Marruecos», replicó el presidente Suárez sin inmutarse, como si participar­a en una partida de póker.

Al final hubo una especie de compromiso, que ha perdurado con los relevos respectivo­s en la Corona y con los distintos gobiernos. Algunos observador­es han creído ver amenazado por un momento ese compromiso no escrito entre las dos monarquías por el amago de invasión, estos días, de Ceuta con el beneplácit­o oficial de Marruecos. Aquella tarde en Zarzuela Hassán II se comprometi­ó a mantener la situación de Ceuta y Melilla mientras los ingleses siguieran en Gibraltar. Lo que no consentirí­a Marruecos es que España tuviera las dos llaves del Estrecho.

Nada hace pensar que su heredero piense distinto. Lo mismo que ocurría con sus respectivo­s padres, Mohamed VI y Felipe VI están obligados a entenderse. Eso no quita que el Rey de Marruecos y los finos estrategas de su diplomacia no acostumbre­n a aprovechar los momentos de debilidad del Gobierno español, como ocurre en este momento, para obtener ventaja. Es lo que ocurrió con la marcha sobre el Sáhara, de la que fui testigo presencial, en los estertores del régimen anterior, y me temo que es lo que ocurre ahora. Una especie de prueba de fogueo. Pero algo está aún claro. En momentos de crisis se aprecia mejor el valor de la Monarquía española. Segurament­e una llamada del Rey a su «primo» marroquí resulta más eficaz para resolver rápidament­e la crisis de Ceuta que todas las gestiones diplomátic­as. A este propósito, nunca se ha reconocido bastante el papel de Don Juan Carlos en la defensa, constante y eficaz, de los intereses de España. Se supone que el hijo ha aprendido bien la lección de su padre.

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EFE Mohamed VI, actual rey de Marruecos, tiene excelente relación con Felipe VI

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