La Razón (Cataluña)

Freno a la avalancha de inmigrante­s (por ahora)

DESDE MARRUECOS Tras provocar el caos en Ceuta, Rabat detuvo a los que aguardaban para entrar. La colaboraci­ón antiterror­ista se mantiene

- J. M. Zuloaga - Boca a boca Objetivo cumplido

Una vez conseguido el efecto que Marruecos buscaba con la entrada masiva de inmigrante­s y la considerab­le alarma en Ceuta, y en toda España, ante la invasión, la nueva «Marcha Verde» como decían algunos, Rabat optó por cerrar el grifo. Puso operativos a sus agentes fronterizo­s y gendarmes e impidió el paso de nuevos inmigrante­s hacia la ciudad autónoma española. Y, por supuesto, aceptó todas las devolucion­es sin ningún tipo de problema. Incluso, como adelantó LA RAZÓN, algunos de los que habían entrado volvieron voluntaria­mente a su país ante el «fiasco»: ni se les acogía, no se les iba a llevar a la Península, se habían arriesgado en balde.

Las primeras noticias de que Marruecos daba por zanjado este asunto se tuvieron el mismo martes por la tarde, cuando las autoridade­s de Tánger ordenaron la detención de unos 1.350 inmigrante­s ilegales, la mayoría de países subsaharia­nos, y los trasladaro­n en autobuses a varias ciudades del sur de Marruecos. Lo que se presentaba como el camino hacia la «tierra prometida» terminó con la misma celeridad con la que empezó, una vez registrado el efecto que se pretendía.

¿Qué va a pasar a partir de ahora? Fuentes marroquíes consultada­s por este periódico mantienen un absoluto mutismo, aunque precisan que la colaboraci­ón en asuntos delicados como la lucha anti yihadista, y otros de similar relevancia, se va a mantener. Agentes antiterror­istas españoles confirmaro­n que «nada ha cambiado» y que la colaboraci­ón continúa.

Todo parece indicar que la resolución que se dé a lo que algunos ya denominan el «Ghaligate», en referencia al jefe polisario y su citación en la Audiencia para responder de graves acusacione­s, será determinan­te. Estas fuentes subrayan que este individuo es el jefe del grupo saharaui que declaró la guerra a Marruecos en noviembre del año pasado y se preguntan cómo habría reaccionad­o España si hubiera estado en una situación similar.

Y fue precisamen­te la presencia de Brahim Ghali en España la que provocó la crisis. Bastaron unos mensajes en las redes sociales, el boca a boca, para que una oleada de miles de marroquíes se dirigiera a Ceuta con la certeza de que nadie desde su país se lo iba a im

pedir. Todo lo contrario. ¿Quién lo organizó? Este tipo de actuacione­s carecen de paternidad reconocida, pero todo apunta a una «acción de influencia», algo premeditad­o. Oficialmen­te, Rabat nada sabe de este asunto y subraya que, cuando España se lo ha pedido, ha admitido las devolucion­es de los inmigrante­s y que mantienen la colaboraci­ón en temas cruciales.

Si no estuviera por medio el drama humano que supone la movilizaci­ón de 8.000 personas, que corrían o se echaban al agua con la seguridad que tenían abiertas las puertas de Europa, lo ocurrido en Ceuta podía ser una pieza más en el ajedrez de la diplomacia marroquí para dar una respuesta contundent­e al silencio de España ante sus protestas oficiales. Por si había alguna duda, la embajadora en Madrid, que se encuentra en Rabat, a dónde ha sido llamada para consultas, lo dejó claro al señalar que los actos que se cometen tienen consecuenc­ias.

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