El hombre que susurra a los directivos
El psicoanalista Kets de Vries lleva décadas enseñando a altos ejecutivos a ser «más humanos, menos psicópatas»
ManfredManfred Kets de Vries (Países Bajos, 1942) se ríe a carcajadas cuando escucha la primera pregunta a través del Skype: ¿hay que ser un poco psicópata para mandar en una empresa? Pero, a continuación, responde que «lo cierto es que los directivos lo son en un porcentaje bastante superior al de la población normal», que no llega el 1%. Sobre todo en el sector financiero, apunta. Y este psicoanalista conoce bien el paño porque lleva varias décadas asesorando a miles de ellos. Cada año, imparte un seminario en el que junta a 21 consejeros delegados, responsables en total de unas 150.000 personas, para tratar de enseñarles a ser «más humanos, más amables». Con un poco de suerte, este cambio logrará un efecto cascada en sus organizaciones y todos vivirán mejor.
Desde su despacho en su casa de Grasse, en el departamento francés de los Alpes Marítimos, este «insultador» profesional, como él mismo se define, cuenta a LA RAZÓN el caso que ahora tiene entre manos. Está asesorando al dueño de una compañía que vale más de 12.000 millones de dólares: «El tipo es muy bueno, pero se acaba de enfrentar a una valoración de todos sus empleados y ha salido peor de lo que él esperaba. ¿La primera reacción? Un acceso de ira. Yo le he dicho que se alegre de que la gente se atreva a decir la verdad. He hecho valoraciones en empresas rusas en las que todo el mundo estaba feliz. Era mentira, claro, pero tenían miedo de ser despedidos».
Dicen que la primera baja en una guerra es la verdad. Algo así ocurre cuando uno alcanza un puesto de gran responsabilidad en una empresa. Según Kets de Vries, «en el momento en que te nombran algo, te ves rodeado de mentirosos. Te dicen solo lo que quieres oír, así que debes tener cierta inteligencia emocional para poder leer entre líneas», asegura. Desde el Centro de Liderazgo Global en la escuela de negocios INSEAD, él defiende una cultura empresarial en la que se facilite un ambiente de «desacuerdo respetuoso» con el superior. Es decir, que nadie tenga miedo de decirle la verdad al jefe.
El autor de «The
CEO Whisperer» (aún no traducido al castellano) recuerda el caso de un presidente ejecutivo que, de tantos puñetazos en la mesa, acabó rompiéndose un hueso: «Era del tipo Gengis Kan». El narcisismo es, junto a una ligera psicopatía, otro de los grandes rasgos de esta clase empresarial «que se cree superior y que está muy pagada de sí misma». ¿Y cómo logra que le escuchen? «La verdad es que muchos tienen la piel muy fina, no es fácil decirle a gente que ya es muy buena cómo ser aún mejores», explica. El humor, junto a la crítica constructiva, le suele dar resultado.
En su larga trayectoria se ha encontrado con una gran cantidad de líderes que se encuentran solos en la cumbre. Como el resto de los mortales, «muchos buscan sentido a su vida, propósito, una sensación de pertenencia». Sus vidas personales «se caen a pedazos» y, como en cualquier barra de bar entrada la madrugada, se empieza por los negocios y acaban filosofando sobre el amor y la relaciones: «Recuerdo un caso concreto de un hombre que gestionaba una empresa familiar. Estaba tratando de darle la vuelta para que fuera menos patriarcal, mas profesional. Terminamos hablando de su vida amorosa y de las mujeres que se le acercaban por su dinero».
Algunos «mantenían una vida paralela» y otros «ni siquiera podían contestar a la pregunta de por qué se habían casado con sus mujeres». También se topa con «millonarios que han descuidado a sus hijos y como se sienten culpables, han pasado de regalarles ositos de peluche a porsches y ferraris». Son seres humanos que «han tomado malas decisiones en su vida personal y acaban divorciados, alcoholizados...». «No son más felices que el resto. Está más que demostrado que, una vez que tienes un techo sobre tu cabeza, ropa y comida, lo demás apenas marca la diferencia».