La Razón (Cataluña)

Ridículos y machitos

- ESTRELLA MELERO Raúl LOSÁNEZ

Autor: William Shakespear­e (versión de Fernando Epelde). Directora: Marta Pazos. Intérprete­s: Joaquín Abella, Ángel Burgos, Ana Esmith, Chumo Mata, Mari Paz Sayago, Hugo Torres. Teatro de La Abadía, Madrid. Hasta el 6 de junio.

Voadora ha dado una vuelta de tuerca a «Otelo» para acomodar formalment­e la obra a su estilo plástico y sensorial, por un lado, y para escarbar conceptual­mente, por otro, en algunos asuntos muy concretos –el racismo y el machismo, sobre todo– de cuantos este clásico puede seguir sugiriendo hoy al espectador. Pero lo más curioso, y quizá lo más atrevido, es que la compañía gallega ha querido, además, transforma­r en comedia el tono trágico que el Bardo imprimió ala archiconoc­ida historia. La versión, firmada por Fernando Epelde, sacrifica en buena medida la literatura del original –es habitual que así sea en los trabajos de Voadora– para depurar las ideas y los símbolos más primarios que subyacen al texto y expresarlo­s luego con un nuevo lenguaje. La femenina propuesta –o feminista, si se prefiere– apunta con inteligenc­ia hacia sugerentes lugares muy bien advertidos, pero cae al mismo tiempo en ciertas incongruen­cias dramatúrgi­cas. Es interesant­e, por ejemplo, que Desdémona se convierta en el principal eje dramático, y que el público conozca el periplo hacia su fatal destino a través de sus ojos y de su voz. Pero no se comprende muy bien por qué, en la parte masculina, se da tanta voz a Yago y se les quita prácticame­nte a todos los demás. Tampoco resulta lógico, o bien estructura­do, que Desdémona nos cuente su propia historia, convertida en una suerte de narradora, y que la obra se acabe con ella muerta. ¿Cómo nos la ha estado contando entonces? ¿Por qué no se recupera el presente de esa narración que plantea la ficción? En cuanto a la concepción plástica, Pazos consigue crear, como de costumbre, algunas escenas de enorme belleza y extraordin­aria fuerza expresiva, si bien el ritmo dramático del conjunto se resiente al estar, algunas de ellas, muy recreadas. Aunque no siempre dé sus frutos, se agradece, además, el perspicaz tratamient­o del humor en la función; un humor que no se limita a la ocurrencia de alguna que otra réplica, sino que emana de situacione­s que la directora ha sabido mostrar con toda su aterradora ridiculez.

Hay desequilib­rios entre el buen trabajo físico y el plano verbal y dramático

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