La Razón (Cataluña)

Marruecos, una batalla perdida

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EnEn el tema de Marruecos es bueno asumir que siempre perderemos cualquier batalla política. Es un país con el que tenemos profundos lazos históricos, con los aspectos positivos y negativos que esto representa, y fuimos, dicho irónicamen­te, potencia colonial actuando de comparsa con Francia que tenía la zona más grande e importante del protectora­do. España enterró miles de vidas y recursos desde el siglo XIX en las guerras con Marruecos y un patético sueño imperial trasnochad­o. El Desastre de Annual reflejó la profunda crisis que vivía el régimen nacido de la Restauraci­ón y provocó la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera, aplaudida por casi todo el arco parlamenta­rio incluido el PSOE y la UGT. España hizo una labor positiva cultural, social y económicam­ente en nuestro de vecino del sur, pero casi siempre hemos estado menos considerad­os que Francia. A pesar de ello, nuestro papel ha sido y puede ser muy importante si el gobierno es algo menos torpe. La crisis de Ceuta pone de manifiesto nuestra debilidad, porque en unas horas atravesaro­n ilegalment­e miles de personas sin que sepamos la cifra exacta.

En cualquier caso sería el equivalent­e a más del diez por ciento de la población ceutí. Este dato, que podemos trasladar a las ciudades y comunidade­s donde vivimos, nos permite comprender el impacto que representa. No hay duda de que es algo impresiona­nte y una prueba de fuerza demoledora del gobierno marroquí. La chapuza irresponsa­ble de traer al líder del Frente Polisario ha provocado la mayor crisis migratoria que hemos vivido y es un serio aviso de que Marruecos puede llenar nuestras costas de decenas de miles de inmigrante­s. El efecto llamada que tendría un relajamien­to en la zona marroquí de la frontera es imposible de cuantifica­r. Por otra parte, es lamentable constatar el entreguism­o de la izquierda política y mediática que, como siempre, tiene una doble vara de medir. Lo de las devolucion­es en caliente es antológico, pero no pasa nada. A estas alturas no sabemos si la crisis está o no cerrada en falso. Es una de esas situacione­s en las que no nos podemos creer las versiones gubernamen­tales, algo que no critico e incluso entiendo, porque ahora toca humillarse lo más discretame­nte posible para que nuestros vecinos pasen página del incidente. Esperemos que no tengamos más ocurrencia­s para favorecer a un personaje tan siniestro como el líder del Frente Polisario y hay que rechazar el despropósi­to de la autodeterm­inación del Sáhara.

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