La Razón (Cataluña)

«Hay muchos George Floyd en EE UU»

Beverly Smith, madre de Alonzo, un joven negro de 27 años que murió a manos de un agente en Washington, reivindica la lucha por la justicia y la igualdad

- POR VANESSA JAKLITSCH

«¡Ayuda, ayuda! ¡Están intentando matarme!» fueron las últimas palabras de Alonzo Smith, joven de 27 años de raza negra que murió en la ciudad de Washington a manos de la Policía en noviembre de 2015. Todos conocen la historia de George Floyd, pero muy pocos saben quién fue Alonzo Smith y las similitude­s en las circunstan­cias de la muerte de ambos. «Hay muchos George Floyd alrededor del país sobre los que nadie sabe nada», asegura con tristeza en entrevista para LA RAZÓN Beverly Smith, madre de Alonzo y activista contra la brutalidad policial y la violencia comunitari­a. «Zo», como lo llamaban su familia y amigos, no había cometido ningún crimen. Tampoco portaba armas ni drogas en el momento de su detención. La cámara corporal de la policía pudo identifica­rle maniatado, inmoviliza­do y semidesnud­o, pero no esclareció los detalles de su muerte.

Esas imágenes se convirtier­on en las primeras escenas grabadas y publicadas por la Policía metropolit­ana de la capital en toda su historia y ayudaron a situar a la víctima en la fatídica escena del suceso. Alonzo se encontraba esposado y sometido por detrás a la presión de la rodilla de un policía de seguridad privada, agente que siempre estuvo protegido bajo la condición de anonimato, que había llegado minutos an- tes que la policía.

Sin signos de vida, ya inmóvil, sin camiseta ni zapatos, detenido y esposado boca abajo. Así se encontraro­n los agentes de la policía a Alonzo Smith, como muestra el vídeo que todavía hoy puede visualizar­se en internet, tendido en el rellano de la escalera de un complejo de apartament­os que la víctima conocía muy bien: había vivido de adolescent­e con su madre en 1996. Y, en el momento de su muerte, vivía también con ella apenas a cinco minutos de distancia.

Sin embargo, tardó 36 horas en confirmar sus peores temores, cuando dos agentes se presentaro­n en su casa con una foto de Alonzo. «¿Qué le ha pasado a mi hijo?», preguntó. Nadie le había confirmado nada todavía. Pero «Zo» ya estaba muerto y ella todavía tardaría diez días más en poder ver su cuerpo. «En el lado izquierdo del cuello tenía una enorme hemorragia, otras dos en la espalda y muchas contusione­s por todo el cuerpo», recuerda con dolor su madre.

La oficina del médico forense dictaminó que la muerte de Alonzo Smith fue un homicidio, anunciando que murió de un paro cardíaco repentino, complicado con «toxicidad aguda por cocaína mientras estaba inmoviliza­do» y «presión del torso» como factor contribuye­nte. Ese fallo confirmó que Smith murió a manos de otro, pero no demostró intención criminal. El informe inicial también desveló que la víctima se encontraba bajo los efectos de la droga PCP (fenciclidi­na), pero la autopsia descartó esa versión. Confirmaro­n después cocaína en sangre y declararon como causa de su muerte, diez minutos después de llegar al hospital, un «ataque al corazón», aunque el vídeo publicado con posteriori­dad muestra que Alonzo ya no respiraba en el lugar del altercado, ni respondía a las maniobras de reanimació­n.

«No sé si mi hijo tenía droga en sangre, pero en cualquier caso no es por lo que murió. Mi hijo murió porque el agente le presionó con la rodilla. No sabemos durante cuánto tiempo, pero cuando llego la Policía todavía seguía presionánd­ole». Los detalles de su muerte llegaron en cuentagota­s. La investigac­ión policial catalogó a la víctima con 90 kilos en lugar de los 68 kilos que pesaba «para justificar que su cuerpo era parecido al de su agresor», aclara su madre. Beverly recorrió cada vecindario colindante, paso a paso, puerta por puerta. «Todavía hoy, muchas de mis preguntas siguen sin respuesta», asegura. Sí pudo saber, tiempo después, que el autor de presionar con su rodilla la espalda de su hijo, técnica con la que la Policía no entrena a sus agentes, también era de descendenc­ia afro-americana y se llamaba, ca-

«No sé si ‘‘Zo’’ tenía droga en la sangre, pero no murió por eso. Mi hijo murió porque el de seguridad le presionó con la rodilla»

«Mi consuelo ha sido convertir el dolor en poder para intentar cambiar las cosas. Es lo que me ha permitido seguir adelante»

«Han sido miles de casos durante décadas sin un responsabl­e. Tengo esperanza en el futuro tras la histórica sentencia del caso Floyd»

Beverky Smith, madre de Alonzo

sualmente, Alonzo. La historia de «Zo» se ha convertido en la lucha encarecida de una madre en busca de respuestas a años de preguntas. Su batalla judicial y social empezó la fatídica noche de Halloween de hace seis años. Desde entonces, Beverly se centró en identifica­r y culpar a los agentes de la policía privada implicados en la muerte su hijo, así como en exigir una investigac­ión completa sobre lo ocurrido esa noche.

Pero esas motivacion­es iniciales de una madre impotente, confundida y desesperad­a se convirtier­on en una auténtica causa nacional, recorriend­o estado por estado del país, denunciand­o el abuso policial y el excesivo uso de la violencia contra las personas de raza negra. «Mi consuelo ha sido convertir el dolor en poder para intentar cambiar las cosas.

Es lo que me ha ayudado a seguir adelante: convertirm­e en activista». Movimiento­s como «Black Lives Matter», que han cobrado más relevancia internacio­nal que nunca, le han ofrecido su apoyo desde el primer día. Cuando se cumple un año de la muerte de George Floyd, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, Smith valora que «su caso obtuvo mucha relevancia no sólo porque el mundo entero fue testigo de la falta de humanidad de su asesino, sino también por la acumulació­n de años de impunidad de la policía actuando de manera desproporc­ionada contra hombres, mujeres y niños negros y mestizos». «Han sido miles de casos durante décadas y décadas sin ningún responsabl­e. Creo que hay esperanza para el futuro, para estos asesinatos injustos, gracias a la histórica sentencia del caso de Floyd, que ha sido un gran ejemplo» para la sociedad estadounid­ense, concluye. Alonzo dejó tres hijos, dos de ellos de 8 años y otro de apenas 4. «Creo que estaría muy contento de ver la relación que he establecid­o con ellos porque yo ni siquiera sabía de su existencia. Sólo del mayor, pero no de los otros dos. Creo que estaría muy contento de ver el progreso de nuestra relación», dice Beverly, convencida de que su hijo diría «ésa es mi madre». Con muchas incógnitas en el aire, todavía hoy sin desvelar, esta madre coraje mira hacia adelante: «Rezo para que nuestro sistema judicial cambie. Como todos sabemos, es muy racista y violento, y necesita dejar de serlo». Beverly Smith cuenta con orgullo y emoción que coincidió por casualidad con la madre de un alumno de su hijo cuando llamó a su puerta pidiendo Justicia para Zo. «Mi hijo había ayudado al suyo a pronunciar frases completas y a tomar el metro por su cuenta, algo que no había podido hacer antes de tenerle como profesor». Alonzo Smith impartía clases en un colegio de Virginia a niños con necesidade­s especiales, habiendo superado él mismo grandes desafíos en su vida. Se había matriculad­o, pocos meses antes de su muerte, para continuar con sus estudios y ampliar su experienci­a. Junto a una fotografía suya en el aula donde trabajaba, Alonzo escribió «Lo doy todo por estos niños» en la que acabó siendo su última publicació­n en Facebook. Muchos de esos menores asistieron a su funeral, compartien­do historias personales de éxito y de agradecimi­ento.

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Beverly Smith aguanta un retrato de su hijo Alonzo fallecido en 2015 en Washington
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Alonzo dejó tres hijos, en la imagen aparece la mayor Dallas con su abuela hace dos años
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JEFF ELKINS/WASHINGTON­IAN

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