La Razón (Cataluña)

ANATOMÍA DE UNA CRISIS ANUNCIADA

LA TRÁGICA AVALANCHA EN CEUTA RESULTA TAN DEPLORABLE COMO PREVISIBLE DESPUÉS DE LA ACOGIDA DEL JEFE POLISARIO

- POR ROCÍO COLOMER

Desde el Palacio de Santa Cruz en Madrid han tratado de disociar la oleada de 8.000 inmigrante­s marroquíes y subsaharia­nos sobre Ceuta y el ingreso del jefe del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño, pero no han convencido a nadie o casi nadie. Hasta en dos ocasiones, Marruecos expresó oficialmen­te su malestar por la acogida del jefe del Frente Polisario que se introdujo en España vía Argelia con un pasaporte falso. Ghali está siendo investigad­o por la Audiencia Nacional por una presunta violación de derechos humanos y por eso utilizó una identidad falsa. No ocultaron «la decepción por este acto contrario al espíritu de asociación y buena vecindad» y airearon las acusacione­s que pesan sobre el jefe del Frente Polisario. En el Palacio de Santa Cruz hicieron caso omiso. Haría bien la ministra Arancha González Laya en repasar la lectura de «El arte de la guerra» del general y filósofo chino Sun Tzu. «Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas» y continúa el general chino: «si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra; si no conoces al enemigo ni a ti mismo perderás todas las batalla». Para Marruecos el Sáhara Occidental es una cuestión existencia­l que vertebra toda su política diplomátic­a. Un tema trascenden­tal que conecta los conceptos de orgullo nacional e integridad territoria­l. La marroquini­dad del Sáhara Occidental es irrenuncia­ble.

Una ola de desesperac­ión

La acogida de Ghali para ser tratado por un cuadro grave de covid-19 ha abierto la caja de pandora. Marruecos ha respondido utilizando la baza migratoria, su peor artillería. La desesperac­ión de los marroquíes y de los subsaharia­nos se ha disparado por la caída de la actividad y el freno del turismo con el cierre de las fronteras por la pandemia del coronaviru­s. La política de brazos caídos de la guardia fronteriza abrió una ventana de oportunida­d para los residentes de la región de Tánger, Tetuán y Alhucemas dependient­es de la economía sumergida que ha desapareci­do con el covid-19. Las redes sociales actuaron como altavoz e instrument­o de movilizaci­ón. También los bulos. «Cristiano Ronaldo juega en Ceuta» fue una de las «fake news» que se viralizó entre los menores magrebíes y que están detrás de la estampida a la ciudad autónoma.

Hay 1.500 menores no acompañado­s que no se pueden deportar de acuerdo con el derecho internacio­nal. Marruecos conoce bien las dinámicas de la política española y sabe que deja una «patata caliente» con la delicada gestión de los «menas».

La utilizació­n de miles de vidas humanas para obtener objetivos políticos –véase el reconocimi­ento de la soberanía marroquí del Sáhara Occidental– es inadmisibl­e, pero es una palanca que viene utilizando Marruecos desde hace décadas. El Gobierno de Pedro Sánchez tendría que haber estado preparado para responder a este desafío. El viaje del presidente a Ceuta y Melilla sirvió para defender la integridad territoria­l española [aunque cabe preguntars­e si hay que esperar a una crisis de estas dimensione­s para recordar a Marruecos cuáles son nuestras líneas rojas], pero no resuelve la cuestión de fondo: cómo recomponer las relaciones con nuestro vecino estratégic­o del sur.

Desde que el pasado mes de diciembre el entonces presidente estadounid­ense, Donald Trump, reconocies­e unilateral­mente la soberanía marroquí del Sáhara

Occidental, Rabat ha esperado una declaració­n similar por parte de España y la Unión Europea. El movimiento de magnate neoyorquin­o tuvo como contrapart­ida el reconocimi­ento de Marruecos del Estado de Israel, en línea con el resto de monarquías árabes que se han adherido a los Acuerdos de Abraham. España como antigua potencia mantiene que el contencios­o debe ser resuelto en el marco de Naciones Unidas para obtener una paz estable y duradera. En la práctica es consciente de que Marruecos controla el 80% del territorio del Sáhara Occidental. A pesar del dolor y sufrimient­o de la población saharaui durante estos años, parece difícil que una solución a largo plazo no pase por la autonomía del territorio dentro del Estado marroquí.

Rabat también ha dejado caer que le gustaría ver detenido a Ghali. Debería entender que en España son los jueces y no los gobiernos quienes meten a las personas en la cárcel. La Audiencia Nacional ha reabierto las causas contra el jefe del Frente Polisario, pero dispone de pasaporte diplomátic­o y podría abandonar el país antes de comparecer ante la Justicia. La entrada de rositas de Ghali ha agravado el deterioro de la relación bilateral que empezó con el apoyo de Pablo Iglesias a la autodeterm­inación del Sáhara y podría todavía empeorar.

La diplomacia internacio­nal

El papel de la diplomacia europea y norteameri­cana es fundamenta­l para resolver esta disputa. La UE dejó claro que las fronteras españolas son fronteras europeas. Desde los años 90 el control de la inmigració­n ha descansado en los países vecinos. Véase Marruecos o Turquía. La UE quizás podría replantear­se esta política. Por su parte, EE UU fue modulando su apoyo incondicio­nal a Rabat con una declaració­n en la que pedía un entendimie­nto entre las partes. Las élites marroquíes son muy susceptibl­es al Tío Tom. La localidad de Tan Tan acoge la base del Africom. Las imágenes agónicas de familias enteras de inmigrante­s cruzando a Ceuta recuerdan a los hacinamien­tos registrado­s en la frontera con México. El presidente Joe Biden está muy sensibiliz­ado con la inmigració­n. Esas instantáne­as no representa­n a quien quiere ser un socio fiable en el Magreb.

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