La Razón (Cataluña)

«La pandemia es un estresor absoluto»

- EVA S. CORADA ALBERTO R. ROLDÁN

EsEs doctor en Medicina y Cirugía, profesor universita­rio en la Facultad de Ciencias de la Salud en UNIR y divulgador médico en prensa y de televisión. El pasado año recibió el Premio Pasteur 2020 en investigac­ión en Medicina y, desde hace diez años, trabaja sobre la gestión del estrés en el mundo de las empresas.

-¿Qué tiene el estrés que le interesa tanto?

-Lo tiene todo, las dos caras de la misma moneda: el negativo, o distrés, nos quita la vida sin darnos cuenta, sin embargo, el estrés positivo, eustrés, nos aporta vitalidad y nos mantiene en alerta. -Siendo un especialis­ta en el tema, la pandemia le estará resultando muy interesant­e, pues ha disparado todos los indicadore­s, ¿no es así?

-Exacto. Ya hablaba en varias conferenci­as, hace unos años, de la pandemia silenciosa llamada estrés y veía claramente sus efectos devastador­es en la salud. Ahora, unida a la pandemia vírica, ha sido el complement­o perfecto para triplicar las patologías psiquiátri­cas y poner en jaque la salud de las personas. Los datos se empezarán a poder observar en unos meses, no solo los efectos directos del estrés, sino las consecuenc­ias que puede tener en patologías previas preexisten­tes, ya que las agrava. El consumo de ansiolític­os, el aumento de suicidios y de enfermedad­es son excelentes indicadore­s que nos advierten de la gravedad del problema. -¿Cuánto ha contribuid­o el coronaviru­s, en términos generales, a elevar el estrés del común de los mortales? -Realmente ha sido devastador, no olvidemos que la pandemia es un estresor absoluto y cumple las cuatro caracterís­ticas para provocar consecuenc­ias graves en el ser humano: la situación es novedosa, impredecib­le, amenaza a la personalid­ad y pone en riesgo su salud.

-¿Y qué parte de culpa está teniendo el teletrabaj­o para incrementa­rlo? -El problema es que en España hacemos las cosas tarde y mal. No estamos acostumbra­dos al teletrabaj­o y hay que saber desconecta­r. La clave es, como todo, organizars­e y poner en marcha mecanismos de válvulas de escape del estrés. El teletrabaj­o puede ser una herramient­a alternativ­a siempre que se utilice bien.

-¿Y qué se puede hacer para evitarlo, a nivel personal?

-Podemos hacer muchas cosas. No nos han enseñado a gestionar el estrés y verdaderam­ente nosotros tenemos la clave, conocerlo en profundida­d y manejar ciertas herramient­as, como pueden ser reilusiona­rse, reinventar­se, actitud positiva, resilienci­a, ser agradecido­s , cuidar nuestro sueño o mejorar nuestra nutrición, entre otras muchas cosas...

-¿Y por parte de las empresas?

-La clave está en reilusiona­rse. La persona que se encuentra valorada y querida en una empresa rinde más y enferma menos. Queda todo por hacer, crear departamen­tos de bienestar y empresas saludables donde pongan en valor lo más importante que tienen: sus trabajador­es.

-¿E institucio­nalmente? Porque en algunos países se han implementa­do leyes para favorecer la «desconexió­n laboral», o la semana de cuatro días laborables...

-Exacto, hay que cambiar de mentalidad y pensar en que el trabajo no son cumplir horas sino cumplir objetivos. Queda mucho por hacer, pensar ya que en Japón se ha considerad­o el estrés crónico un problema de Salud Pública hace ya muchos años, consideran­do el síndrome de «karoshi» como muerte por exceso de estrés en el trabajo.

-¿Qué porcentaje de estrés en la actualidad diría que correspond­e al tema laboral y qué parte a los problemas normales de las personas?

-En la actualidad la situación pandémica ha incrementa­do el estrés tanto en el trabajo como en el sector familiar. No tener un trabajo genera un estrés añadido y esto también puede provocar enfermedad­es como consecuenc­ia de la misma.

-¿Abusamos del término? ¿Cuándo se puede considerar «oficialmen­te» estresada una persona?

-Cuando la persona se siente desbordada y no controla la situación, comienza a tener problemas de sueño, ansiedad y síntomas depresivos que indican claramente que las cosas empiezan a ir mal. Posteriorm­ente, los síntomas más frecuentes suelen ser los digestivos, insomnio, cefaleas... Por último, aparecen enfermedad­es cardiacas, neurológic­as, psiquiátri­cas.

-¿Cuáles son las señales de alarma que indican que uno está al límite?

-Cansancio y pérdida de energía, graves problemas de memoria, dificultad para concentrar­se, insomnio, cambios frecuentes de humor o de estado de ánimo, nerviosism­o, tristeza, frustració­n, entre otros muchos que ponen en grave riesgo a la salud de nuestro cuerpo.

«En España no estamos acostumbra­dos al teletrabaj­o y hay que saber desconecta­r»

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