La Razón (Cataluña)

LADRONES DE CORDURA

- Paloma Pedrero

ElEl mundo está lleno de ladrones. En mi vida he dado con la mayoría de los tipos. Desde el pillo que te sisa, hasta el poderoso que te roba con guante blanco y sin castigo. Me han atracado dos veces, una frustrada por la impericia del chavalín y otra con navaja y pérdida monetaria escasa. Alarma sí me dejaron. Me han robado la cartera varias veces, con el consiguien­te cabreo y faena en burocracia. Me han perseguido por la noche otros ladrones más peligrosos, esos que van acosando, que te hacen temblar, que te hacen correr y llegas a casa extenuada de un temor que se impregna como tatuaje. Nunca han abusado de mí, ni violado en la calle, solo algún toqueteo en el metro o autobús que produce asco. Todos estos ladrones te roban la calma, el derecho a pasear con deleite, la libertad. Un robo imperdonab­le.

Hace unos días una mujer del este, en plena avenida, me preguntó por la parada más cercana del metro. Mientras le indicaba, su compinche, a mi espalda, soltó a mi perrita del arnés. Cuando me giré, con la correa en mi mano, Japi no estaba allí. La llamé a gritos, nunca pensé que tuviera esa potencia de voz. Desde el otro lado de la avenida un vecino me contestó: ¿Estás buscando a Japi? Sí, grité, ¿está ahí? ¡Se la lleva un chico en brazos corriendo! ¡Cógele, por favor! Le rogué a voces.

Él, mi vecino de barrio, José Jaime Martínez, un psiquiatra mexicano de una edad, corrió detrás del malnacido. Yo, por la otra cera, bramaba: ¡Policía! ¡Policía! Cuando el ladrón vio que iba a ser alcanzado, lanzó a mi pequeñita hacia la carretera. Jaime se tiró tras ella para que no la atropellas­en, la agarró y me la entregó estremecid­o. Yo todavía estoy en shock.

He leído que los roban para las sádicas peleas de perros, o para venderlos o cruzarlos. Si lo llegan a conseguir, estos ladrones me habrían robado la cordura. Porque jamás hubiera parado de buscarla.

Y ella tampoco a mí.

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