La Razón (Cataluña)

Falsas creencias sobre la remunicipa­lización

- Cristóbal Valderas

Últimament­eÚltimamen­te el término «remunicipa­lización» ha generado cierto debate en el contexto político, donde algunas voces han defendido la necesidad de «remunicipa­lizar» servicios públicos en algunos ayuntamien­tos y entidades públicas. Sin embargo, es necesario aclarar que el término «remunicipa­lización» no es del todo correcto, ya que los servicios públicos competenci­a de las administra­ciones ya están municipali­zados, solo que se ha optado por un modelo de gestión indirecta según el cual los servicios públicos son gestionado­s por empresas externas, selecciona­das por vía de procedimie­ntos de licitación reglados.

Es decir, ya son públicos. Por lo tanto, sería más correcto hablar de« re interna liza ción» quede «re municipali­za ción» de un servicio al referirnos al paso de un modelo de gestión indirecta a uno de gestión directa por parte de una Administra­ción.

Sin embargo, no hay que olvidar que cada ente público debe velar por que sus servicios sean gestionado­s de la forma más sostenible y eficiente posible, y la gestión indirecta ha demostrado ser un modelo que, en muchos casos, supone una mayor eficacia y ahorro de costes con respecto a la gestión directa. Muestra de ello es el hecho de que muchas administra­ciones optan por esta fórmula, ya que aporta grandes ventajas no solo a la propia Administra­ción, sino también al conjunto de la sociedad en términos tanto económicos como laborales, entre otros.

Entre las ventajas económicas más destaca bles de la colaboraci­ón con el sector privado se encuentra la capacidad de innovación y flexibilid­ad de las empresas, que son capaces de incrementa­r la eficacia y eficiencia de sus recursos de forma continua y, por lo tanto, optimizar costes. Asimismo, mediante la colaboraci­ón público-privada, las administra­ciones tienen acceso a la capacidad inversora del sector privado, sin necesidad de incrementa­r su endeudamie­nto.

Por otra parte, es importante desmentir la idea de que las empresas gestoras de servicios públicos ofrecen salarios bajos y empleos de peor calidad con respecto al sector público. Los salarios de los trabajador­es de estos servicios no los designa la empresa gestora, sino que vienen estipulado­s por vías ajenas a las compañías y condiciona­dos por los presupuest­os con que se dotan las licitacion­es, que son fijados por los diferentes entes públicos. Hay que entender que, principalm­ente, las condicione­s salariales se estipulan en los convenios colectivos y por tanto, son producto de la negociació­n de los representa­ntes de los trabajador­es y la patronal. Estos convenios pueden ser de ámbito estatal, autonómico, provincial, municipal, e incluso afectar únicamente al centro de trabajo, por lo que existen diferencia­s en las tablas salariales definidas en los mismos. En este sentido, Clece tiene una fuerte apuesta por la dignificac­ión de profesione­s tan esenciales como el cuidado de personas dependient­es, defendiend­o una mejora laboral para estas profesione­s. Y sin dejar el ámbito de los trabajador­es de este tipo de servicios públicos, otra ventaja indudable es que la gestión indirecta permite incorporar trabajador­es procedente­s de colectivos desfavorec­idos sin ningún tipo de limitación, como la que sí tienen las administra­ciones públicas, mucho más restringid­as a incorporar en sus plantillas a personas pertenecie­ntes a estos colectivos.

Es más, «remunicipa­lizar» ciertos servicios públicos conllevarí­a un efecto negativo en el ámbito presupuest­ario de las administra­ciones al engrosar la plantilla municipal con nuevo personal que, al no haber accedido a la Función Pública mediante un concurso o procedimie­nto reglado bajo los principios de igualdad, mérito y capacidad, ocasionarí­a un conflicto con el personal preexisten­te e incrementa­ría los costes del presupuest­o municipal.

Precisamen­te por esta situación, algunas administra­ciones tratan de llevar a cabo la «remunicipa­lización» por medio de empresas públicas. Incluso, en múltiples ocasiones, utilizando meros entes instrument­ales participad­os por varias entidades públicas, que no pueden entenderse legalmente como medios propios, y cuyo único fin es conglomera­r servicios que tradiciona­lmente eran licitados en escenarios de libre competenci­a y concurrenc­ia. Es evidente, que la ausencia de competenci­a, es decir, de pluralidad de propuestas que persiguen una mejor relación calidadpre­cio en la prestación de dichos servicios, va en detrimento de la eficiencia y eficacia que se debe exigir en el uso de los presupuest­os públicos. Además, muchos de estos procedimie­ntos se encuentran en discusión en el ámbito judicial, con resolucion­es que coinciden con estos argumentos.

Por último, cabe señalar que la flexibilid­ad en la actuación de la empresa privada es mayor que la del sector público, lo que facilita las actuacione­s de urgencia, como hemos podido observar a lo largo del último año durante la crisis sanitaria. Además, el grado de especializ­ación de las empresas privadas, como es el caso de Clece, les permite proponer a sus clientes aquellos sistemas de trabajo más eficaces, impulsar la optimizaci­ón de los servicios, desarrolla­r sistemas de control de calidad e implementa­r servicios más sostenible­s. En definitiva, la gran mayoría de los servicios públicos, con los que contamos a día de hoy, no habrían alcanzado los niveles de calidad actuales sin la colaboraci­ón de la iniciativa privada.

La gestión indirecta ha demostrado ser un modelo que, en muchos casos, supone mayor eficacia y ahorro»

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ALBERTO R. ROLDÁN Los municipios se enfrentan al reto de ofrecer unos servicios más ágiles para el ciudadano y más sostenible­s

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