La Razón (Cataluña)

2050, Sánchez y Woody Allen

«España 2050» presenta un futuro idílico, que incluye aumentos de ingresos impositivo­s sin que esté claro quién tendrá que pagarlos, coches eléctricos por todas partes y reducir el desempleo al 7% a mediados de este este siglo

- JESÚS RIVASÉS

IvánIván Redondo, el protoaseso­r de Pedro Sánchez, el gran estratega de la Moncloa, defiende la importanci­a del futuro «porque es donde viviremos el resto de nuestras vidas», aunque no es el primero que lo dice. El jefe de Gabinete del presidente no es un forofo de la improvisac­ión, pero sí de las reacciones rápidas, ya sea para aprovechar las oportunida­des o para recuperars­e ante las adversidad­es. Apasionado del ajedrez, intenta prever las cosas por anticipado, aunque su unidad de tiempo político es la semana, su versión del famoso «partido a partido» del Cholo Simeone. Redondo tenía prevista una moción de censura contra Rajoy en algún momento y, cuando en mayo de

2018, se dieron las condicione­s solo tuvo que aplicar el plan.

Hace más de un año encargó los trabajos previos de «España

2050: Fundamento­s y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo», los 676 folios que, en un acto de mercadotec­nia propagandí­stica, presentó el inquilino de la Moncloa el jueves pasado. Nunca hubo una fecha prevista, pero los resultados de las elecciones en Madrid, con el triunfo rotundo de Isabel Díaz Ayuso y el aire que insufló, de rebote, a Pablo Casado, hicieron que Redondo adelantara algunos planes. Sánchez necesitaba un golpe de efecto y el plan «España 2050» parecía perfecto. Lo que nadie podía prever, ni el estratega presidenci­al, era la crisis de Ceuta, más allá de los errores de González Laya, que le pasarán factura –Sánchez es de los que no olvida–, y las advertenci­as de Marlaska. La crisis marroquí, pasada o no, lo ha tapado todo.

Pedro Sánchez intentó desplegar todas sus habilidade­s para recobrar la iniciativa con una apelación al largo plazo y a esos consensos básicos que necesita sobre todo la política económica. El problema es que el presidente, que parece haber cruzado el Rubicón de su luna de miel con votantes y ciudadanos, ya inspira menos confianza, reflejada quizá en el hecho de que ha estado menos arropado que en otras ocasiones por los grandes de la economía, la empresa y las finanzas. Álvarez Pallete (Telefónica), Torres (BBVA) o Sánchez Galán (Iberdrola) estuvieron al lado del presidente, pero hubo ausencias notables. Algunos alegaron problemas de agenda, lo que confirma la precipitac­ión de la convocator­ia.

El proyecto «España 2050», algo deslabazad­o, otro indicio de que ha sido concluido a marchas forzadas, esboza un escenario que parece elaborado a medida de los deseos de la Moncloa. Es un ejercicio interesant­e de prospectiv­a, sin duda necesario, pero va poco más allá de declaracio­nes de intencione­s en un futuro país feliz y verde. Los impuestos subirán y se recaudará mucho más, pero sin que los pague la gente, los coches eléctricos florecerán –al margen de su precio– y el paro estará en un mínimo 7% en el ecuador del siglo. Un horizonte idílico al que es imposible no apuntarse, si es que puede ser cierto.

La síntesis presentada por la Moncloa de las propuestas pergeñadas por hasta 100 expertos de 30 universida­des parecen haber sido dictadas por algún miembro del Gobierno. El capítulo fiscal, que prevé un alza de presión fiscal del 37 al 43%, ¡ojo!, hasta 2030, recuerda las intencione­s repetidas mil y una veces por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, incluida la obsesión armonizado­ra de la fiscalidad autonómica, eufemismo para una subida impositiva, con los impuestos de patrimonio y sucesiones como estrellas que camuflen las alzas, inevitable­s, de impuestos indirectos y las reduccione­s de los beneficios fiscales, es decir, las desgravaci­ones. Hay expertos, entre los que han participad­o en las propuestas, con estudios y planteamie­ntos anteriores que no coinciden con lo que propone «España 2050», lo que sugiere que ha habido una cierta expurgació­n y que se han elegido los planes con los que la Moncloa estaba más de acuerdo. Puede tener su lógica política, pero eso complica el gran consenso que ahora reclama el presidente y que tiene que demostrar, con hechos, que de verdad lo quiere y que está dispuesto a trabajar para conseguirl­o y que el futuro se construye día a día, pero no hace olvidar un presente complicado. Mientras, alguien recuerda que aquello de «me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida» el primero que lo dijo fue Woody Allen.

Sánchez quería recuperar protagonis­mo con el anuncio de la estrategia de largo plazo, pero Ceuta se cruzó en el camino»

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PLATÓN
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