La Razón (Cataluña)

La política catalana del PSOE

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«Nunca el país saldrá beneficiad­o de la decadencia de una región como Cataluña»

LosLos socialista­s habían depositado toda su confianza en la capacidad de Salvador Illa para articular una mayoría no separatist­a. Como era de prever, la maniobra ha fracasado. El separatism­o gradualist­a –el de los republican­os de Esquerra– no es más moderado, es decir más españolist­a, que el separatism­o abrupto de JxCat. Y al final los de Puigdemont han acabado llevándose el gato al agua, por mucho que hayan abandonado la Presidenci­a a un republican­o. Todo un gesto. Volverá por tanto la política en pro de la independen­cia, reforzada por la debilidad de una ERC incapaz de librarse de un chantaje aceptado previament­e por los propios republican­os. Sin contar con la imposibili­dad para los socialista­s de configurar una alternativ­a. ¿Qué fue del famoso «efecto Illa», el ministro del covid?

Con un Gobierno concentrad­o en su histórica misión separatist­a, a la que todo lo demás queda subordinad­o, Cataluña continuará su declive. La cuesta abajo favorecerá a Valencia, a Aragón y, evidenteme­nte, a Madrid, que acogerá buena parte de la inversión que iba a Cataluña –además de los negocios que huyen de aquel ambiente– y ha conseguido dotarse por fin de una imagen propia y dejar atrás a una Barcelona que se alza con el premio de capital europea de los movimiento­s alternativ­os. El 15-M deja atrás la Puerta del Sol y ocupa la Plaza de Cataluña, que ahora parece su destino natural. Allí sí ha triunfado el 15-M. Nada de todo esto será bueno para el conjunto de España. Nunca el país saldrá beneficiad­o de la decadencia de una región como Cataluña.

Entre los más perjudicad­os estarán los propios socialista­s, si se empeñan en continuar demostrand­o que siguen dispuestos a hacer concesione­s a quienes, por su parte, no las van a hacer de ningún modo. Ni siquiera para seguir avanzando en el camino de la nacionaliz­ación de Cataluña después del desastre del referéndum, que la detuvo brusca y, por ahora, definitiva­mente. Su estrategia es la de cuanto peor mejor. Los separatist­as no avanzan en su proyecto, pero se dan por satisfecho­s con desgastar al conjunto de la nación y sabotear la recuperaci­ón y el prestigio de España.

Ante esto, la oferta de los indultos –por no hablar de la de un referéndum de ámbito catalán para un nuevo Estatuto– hace aguas por todas partes. Es poco para los separatist­as, que disfrutará­n su papel de intransige­ntes madres y padres de la patria catalana. Y es mucho –muchísimo– para una opinión pública que empieza a comprender la política del PSOE en clave antiespaño­la. La paradoja es aún mayor cuando ahora ya España da nombre a una sociedad abierta, dinámica y moderna, aunque sea con todas las ineficienc­ias que impone el social peronismo gubernamen­tal. Ya no rige en nuestro país esta escala de valores según la cual Cataluña era un modelo para el resto. Empieza a ser al revés, pero los socialista­s todavía no se han enterado y cuando lleguen a enterarse, si alguna vez lo hacen, será demasiado tarde.

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