La Razón (Cataluña)

Sánchez deberá asumir el coste del indulto

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«Solo el principio de oportunida­d política puede impedir la medida de gracia»

EnEn la legislació­n española sobre el indulto, convertido de facto en un privilegio del Gobierno, por más que se ejerza en nombre de Su Majestad, no caben elementos de control dignos de ese nombre. Ni el rechazo parlamenta­rio ni el siempre problemáti­co recurso a la vía de lo Contencios­o Administra­tivo suponen obstáculo efectivo a la decisión del Consejo de Ministros de conceder tal medida de gracia a un reo, incluso, si se dictamina en contra de los informes negativos de la Fiscalía y del tribunal sentenciad­or. Sólo queda, pues, el reproche de la opinión pública y el coste político, medido en términos electorale­s, para el partido de un Gobierno que decide por encima de la percepción de la recta justicia de la mayoría de los ciudadanos. Esto es así, porque la figura del indulto no supone acto jurisdicci­onal alguno ni, por supuesto, una intromisió­n en la acción de los tribunales, vedada especialme­nte por nuestra Constituci­ón, ya que el delito juzgado y la condena correspond­iente permanecen indelebles. El indulto tampoco tiene la considerac­ión de un derecho del reo, que podría ser sujeto de discusión, sino que es una potestad del Ejecutivo de turno, por más que se atribuya nominalmen­te al Estado. Ni siquiera exige la motivación del preceptivo real decreto, lo que no deja de ser algo impropio en el corpus jurídico de una democracia moderna y nos remite al privilegio real de las monarquías absolutas. Sin embargo, la ley es la que es y no parece que exista la voluntad política suficiente para su reforma. En definitiva, que ni la gravedad de los delitos cometidos por los condenados por el procés ni la elevada cuantía de las penas ni la ausencia de arrepentim­iento expreso por parte de los reos ni la reiteració­n pública de la voluntad de reincidenc­ia son elementos fácticos que impidan al Ejecutivo que preside Pedro Sánchez indultar a Oriol Junqueras y demás compañeros de celda. Como ya hemos señalado, sólo el principio de oportunida­d política puede evitar que queden libres, incluso, que puedan volver a la vida pública unos individuos que, pese a las advertenci­as reiteradas de las distintas instancias judiciales, mantuviero­n su desafío a las leyes y pretendier­on romper la unidad territoria­l de España, pasando por encima de la soberanía nacional que consagra la Constituci­ón, y que, además, lo hicieron desde las propias institucio­nes democrátic­as españolas. La prosaica realidad es que la decisión está exclusivam­ente en manos del presidente de un Ejecutivo en minoría parlamenta­ria y cuya estabilida­d depende de los votos nacionalis­tas. Por lo tanto, a Pedro Sánchez le toca asumir la máxima responsabi­lidad y los costes políticos y electorale­s que, sin duda, acarreará una decisión que la mayoría de la opinión pública no comparte.

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