La Razón (Cataluña)

Gárgolas de piedra

- Reyes Monforte

Las tomas de posesión, en general, recuerdan mucho a los envoltorio­s de regalos: mucha parafernal­ia, mucho celofán, mucho lazo, incluso los más vanguardis­tas se animan con rociar algún perfume o incluir flores aromáticas y ramitas de canela para envolver y tapar lo que hay dentro, como si alguien pretendier­a que el embalaje restara protagonis­mo al regalo en sí.

Hay auténticos especialis­tas en conseguir que la envoltura haga olvidar o distraer lo envuelto. Tengo un amigo que tiene por norma empaquetar los regalos más importante­s en papel de periódico, para distraer y dar su sitio a lo realmente importante, y siempre consigue el efecto deseado. Las tomas de posesión se parecen cada día más a los gobiernos y a los políticos: más de lo mismo. Hasta las palabras y las promesas son las mismas de siempre: culminar la independen­cia de Cataluña, ser como Escocia...

Quizá por eso se esmeran en la puesta en escena. Lo único que suelen cambiar son los escenarios elegidos que terminan siendo lo mejor, aunque solo sea porque nos recuerdan que los espacios siempre permanecer­án independie­ntemente de quien los pise o lo que se celebre en ellos. El lugar de la toma de posesión de Pere Aragonès como presidente de la Generalita­t ha sido la única novedad: el Pati del Tarongers y sus gárgolas. Cuentan que las gárgolas adquiriero­n un mayor protagonis­mo en la arquitectu­ra gótica durante la Edad Media, representá­ndolas entonces con un aspecto grotesco, en forma de animales fantástico­s o mitológico­s, con la intención de dotarlas con el valor simbólico de proteger el edificio de espíritus malignos así como amedrentar a los pecadores, herejes y enemigos. La historia está llena de detalles; las tomas de posesión, también. El resto suele ser como el agua que cae desde los tejados por esas gárgolas de piedra...

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