RETRATO DE NIÑO CON HAMÁS AL FONDO
NoNo lo duden ni por un momento. Esas ruinas entre las que monta en bicicleta el niño de la imagen, con la habilidad de los pocos años y el miedo todavía en los ojos, son Hamás en su más pura, cínica y vesánica expresión. Y ese niño, como casi todos en la franja de Gaza, volverá a ser un rehén de los islamistas palestinos a poco que les convenga reanudar la pelea.
Hasta ayer mismo, mientras centenares de familias rebuscaban entre las ruinas de lo que fueron sus hogares, mientras se enterraban los últimos muertos, los milicianos de Hamás desfilaban por las calles con aires de triunfo, convencidos de que el coste había valido la pena. Terrible estrategia que consiste en disparar cohetes, poco menos que a ciegas, sobre las casas de los demás, y esperar que la inevitable represalia convierta a tus propios hijos en literal carne de propaganda. Ningún respeto, ninguna justificación a una manera de hacer la guerra escondido entre unos civiles sin voz ni voto, a los que han arrebatado los derechos políticos, mucho menos cuando ni siquiera se pretende la victoria, sólo marcar unos tantos, en forma de muertes ajenas, y, sobre todo, recordar al resto de los palestinos quién de verdad manda. Ahora, volverá el eterno ritual de las ayudas a la reconstrucción y los esfuerzos baldíos de la comunidad internacional para que el dinero no pase a través de los amos, de Hamás, no vaya a ser que utilicen el cemento para reforzar los túneles o los cables eléctricos para fabricar cohetes. Como esos que dispararon cuando los partidos árabes de Israel tenían la posibilidad, por fin, de condicionar un gobierno.