Mera propaganda
Pablo Casado ya rompió hace meses con Vox desde la tribuna del Congreso, donde está muy bien que los partidos se tiren los trastos a la cabeza para que no lo hagan a tiros los españoles. De eso trata esto de la política. Ni tampoco encabezará movilizaciones contra los indultos a los golpistas catalanes porque toda la firmeza vendrá desde las instituciones. De eso trata esto de la política. Las pancartas y los mítines sirven para calentar el ambiente durante unas horas y para rellenar la caja del bar después de la «mani» mientras se olvida para qué salió uno a la calle apoyado en el mostrador. De eso trata esto de la propaganda. Abascal, que debería saber bailar entre bambalinas, apuesta por apretar el cuello al granero de donde saca sus votantes porque sabe que la remontada del PP significa el declive de su discurso populista. A las claras, si no hay gestión, cifras, programa y resultado, la burbuja explota en el momento que choque contra la realidad. Si no, que se lo digan a Pablo Iglesias, que salió por la gatera cuando entendió que la arenga constante sólo lleva al fracaso. Que Vox se haya alineado con los partidos de izquierda en el Parlamento andaluz incurre en esta idea de la pancarta y el golpetazo en la mesa, pero no en lo que se espera de un partido serio que debíó apoyar dos leyes fundamentales para los andaluces. Nadie que se pare dos minutos a analizar la jugada entiende que se presione a un Gobierno con el que Vox ha colaborado desde primera hora y junto con el que tienen el mandato de las urnas para ejecutar el cambio tras 40 años de PSOE. Otra cosa, hilando más fino, es que al final le vean las orejas al lobo y hayan cambiado el rumbo de su discurso inicial antisistema para entrar en las instituciones y comenzar el reparto de poder y cargos. De eso trata esto de la propaganda.