Macron admite la culpa por el genocidio ruandés
No pide perdón pero sí reconoce el rol en la muerte de 800.000 tutsis
Responsabilidades sí, perdón no. El rol que jugó Francia en el último genocidio acontecido en el siglo XX lleva años siendo objeto de investigaciones y controversias. Emmanuel Macron era consciente que las palabras de su discurso ayer en el memorial del genocidio en Gisozi (Ruanda) iban a ser escudriñadas con lupa. El mandatario quiso delimitar las responsabilidades de Francia bajo una premisa fundamental: hubo responsabilidades, pero no complicidad. «Los asesinos no tenían el rostro de Francia. La sangre que corrió no deshonró a nuestras tropas ni las manos de nuestros soldados que vieron con sus ojos lo innombrable», dijo Macron ante el silencio de los presentes. El presidente francés, sin embargo, no pronunció expresamente la palabra «disculpa», algo esperado por algunas personalidades del país.
Reconocer el «genocidio» de 800.000 tutsis ya era un primer paso para un mandatario francés. «Los asesinos tenían una única obsesión criminal, la erradicación de los tutsis, de todos los tutsis», señaló Macron estableciendo así la antesala para proseguir a continuación con la espinosa cuestión del papel de la Francia de François Mitterrand en el genocidio en 1994. «Francia tiene un papel, una historia y una responsabilidad política en Ruanda. Y el deber de mirar la Historia de cara y reconocer la parte de sufrimiento que infligió al pueblo ruandés haciendo prevalecer el silencio sobre el examen de la verdad. Francia no escuchó las voces que le alertaron» y, por lo tanto, «tiene una responsabilidad abrumadora en el engranaje que condujo a lo peor. Con humildad y respeto vengo a reconocer la amplitud de nuestras responsabilidades», dijo Macron apoyándose en las conclusiones del último informe encargado por el Palacio del Elíseo y elaborado por una comisión de expertos encabezada por Vincent Duclert. Publicado en marzo, desgranó en casi mil páginas una serie de graves fallos, carencias y falta de previsión por parte del Gobierno francés de la época, al que sin embargo calificó de «incapaz» de percibir los preparativos de lo que iba a ocurrir.
Macron ajustó sus palabras a la principal conclusión de aquel informe: «Francia se implicó largo tiempo al lado de un régimen que alentaba masacres racistas» y se volvió «ciega» al creer de verdad que los rebeldes tutsis, apoyados por la vecina Uganda, eran un peligro real para el régimen autoritario ruandés. Si bien el discurso de Macron estuvo muy pegado a las conclusiones de aquel informe de expertos, hay una notable diferencia entre ambos. Lo que sí nombra la comisión en su informe, pero Macron no quiso mencionar ayer en Ruanda al responsable del fracaso: «El presidente François Mitterrand, que mantenía una relación fuerte y directa con el jefe del Estado ruandés. Relación que explica la gran implicación de todos los servicios del Elíseo. A la inquietud de ministros, parlamentarios, altos funcionarios e intelectuales respondió con la indiferencia, el rechazo o la mala fe». El informe y el discurso de Emmanuel Macron de ayer son pasos esperados en Ruanda que pretenden despejar el camino a las complicadas relaciones bilaterales que París y Kigali han mantenido desde hace dos décadas. Unas relaciones que incluso llegaron a estar rotas entre 2006 y 2009.
El mandatario francés expresó su compromiso en que los sospechosos en la matanza étnica puedan ser llevados ante la Justicia, en alusión quizás a varias decenas de implicados residentes en Francia. Las autoridades francesas ya detuvieron a Félicien Kabuga, presunto financiador del genocidio tutsi, en la región de París el año pasado. Macron no sigue los pasos del ex presidente Bill Clinton que ya en 1998 pidió perdón en nombre de Estados Unidos. Camino en el que le siguieron la ONU e incluso el Vaticano. Pero ha ido un poco más allá que su predecesor Nicolas Sarkozy, que en 2010 apenas reconoció «errores».
Un primer paso
Tras el discurso de Macron, el presidente ruandés, Paul Kagame, expresó que estas palabras «tuvieron más valor que unas excusas». «Pidió perdón indirectamente, pero demostró que estaba decidido a cooperar cuando habló de las responsabilidades de Francia», declaró, por su parte, Egide Nkuranga, dirigente de Ibuka, la principal organización de supervivientes del genocidio.
El genocidio ruandés comenzó el 7 de abril de 1994, tras el asesinato el día anterior del presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana (hutu) cuando el avión en el que viajaban cayó sobre Kigali. La matanza que siguió después, una vez el Gobierno ruandés acusó a los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (RPF, en inglés) de lo sucedido, terminó con el asesinato de unos 800.000 tutsis en poco más de tres meses.