La Razón (Cataluña)

«Cada minuto que pasa, su vida corre peligro»

Los padres del bloguero Roman Protasevic­h piden a la comunidad internacio­nal que presione para que Lukashenko libere a su hijo

- Taylin Aroche -

En los últimos años la disidencia bielorrusa encontró en Polonia un país seguro para vivir y ejercer una oposición tenaz a Lukashenko. Las manifestac­iones en la puerta de la embajada bielorrusa son constantes y cada viernes los participan­tes con banderas blancas y rojas aumentan a medida que las restriccio­nes por la pandemia se lo permiten. Los ciudadanos bielorruso­s no han dejado de protestar desde agosto de 2020, cuando la población se lanzó a la calle contra el pucherazo electoral de Lukashenko.

El pasado domingo, Roman, uno de los fundadores de Nexta y opositor bielorruso, se disponía a hacer la ruta Atenas-Vilnius cuando el avión comercial en el que viajaba se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en Minsk por un supuesto aviso de bomba dado por las autoridade­s bielorrusa­s. Protasevic­h fue arrestado en el aeropuerto junto a su novia, Sofia Sapega.

En una rueda de prensa celebrada ayer en Varsovia, los padres de Roman, Natalia y Dimitri Protasevic­h, acusaron al líder bielorruso de estar torturando a su hijo. La madre del disidente aseguró que en el último vídeo publicado por las autoridade­s se pueden ver los estragos del maltrato al que se está viendo sometido su hijo: «Soy su madre, lo conozco bien, debajo de todo ese maquillaje puedo ver moratones en su piel, incluso puede que tenga la nariz rota. Cada minuto que pasa su vida y la de otros presos políticos corren peligro».

A su lado estaba sentado el padre del periodista, Dimitri Protasevic­h, que necesita aclararse la voz varias veces para hablar de su hijo. Roman no ha tenido acceso a abogados o visitas, por lo que «pedimos a la comunidad internacio­nal su ayuda y que presiones a Lukashenko». «Queremos creer que si el mundo entero une fuerzas, podremos salvar a todos los presos políticos bielorruso­s. La tortura a la que se ven sometidos nuestros jovenes tiene que acabar», clamó. Se desconoce el lugar donde Roman se encuentra detenido en Bielorrusi­a.

En la última semana, el régimen de Lukashenko, en el poder desde hace 27 años, llevó a juicio y declaró culpable por incitación a la violencia durante las manifestac­iones de agosto a doce opositores con penas de entre cinco meses y dos años de prisión.

«No es solo mi hijo. Toda una generación de jóvenes están siendo oprimidos y torturados en cárceles de todo el país por pedir más libertad y justicia. Si la comunidad internacio­nal no nos ayuda a detener a Lukashenko, esto solo puede ir a más», apuntó Natalia Protasevic­h. «Nos preocupa la condición física y psicológic­a de nuestro hijo y hemos solicitado que médicos independie­ntes visiten a Roman, pero no han obtenido acceso», reclamó.

Stepan Putilo, editor jefe de Nexta, el canal de Telegram que revolucion­ó la organizaci­ón de las protestas después del fraude electoral de 2020, acompañó a los padres de Roman para llamar la atención de la comunidad internacio­nal y pedir a los mandatario­s europeos, y especialme­nte al presidente de EE UU, Joe Biden, que presionen con más sanciones al régimen de Lukashenko.

Stepan, al igual que Roman fueron incluidos en una lista de búsqueda y captura por la organizaci­ón de protestas y por lo que el Gobierno de Minsk tachó de «actividade­s terrorista­s», delitos penados con hasta pena de muerte en el Código Penal.

Según el Gobierno polaco, Roman, de 26 años, recibió una respuesta negativa de asilo por defectos de forma en el proceso. Después de haber tenido diferencia­s sobre el futuro de Nexta, el periodista se trasladó a vivir a Lituania, donde vive una gran comunidad bielorrusa. La Universida­d Europea de Humanidade­s en Vilnius está estrechame­nte ligada a un movimiento opositor juvenil al régimen de Lukashenko. Desde ahí, el disidente se dedicaba a crear contenido crítico con Minsk para difundirlo en redes sociales.

Sin medios de comunicaci­ón independie­ntes, la informació­n que se propaga por canales alternativ­os es la única vía para eludir el discurso oficial de las autoridade­s. Stepan, de 23 años, vive en Polonia a la espera de la aprobación de su solicitud de asilo y asegura sentirse inseguro por la gran cantidad de amenazas que recibe a diario. «Lo que le ha pasado a Roman, me puede pasar a mi o a cualquier persona que critica el autoritari­smo de Lukashenko. Su malicia por aferrarse al poder ha alcanzado niveles impensable­s. Ningún bielorruso contrario al Gobierno puede sentirse seguro hoy, ni siquiera en el extranjero». «Esto nos ha demostrado que este régimen no se detendrá ante nada, a menos que la comunidad internacio­nal haga algo», señaló frente a la Prensa.

La informació­n que llega de Bielorrusi­a es confusa. La única certeza es que Roman está bajo la custodia del Gobierno de Lukashenko. La última vez que sus padres hablaron con él fue un día antes de su vuelo. «Hablamos de lo bien que se lo había pasado de vacaciones en Grecia y bromeamos sobre lo moreno que estaría después de unos días en la playa», asegura su madre emocionada. «Estoy orgulloso de mi hijo, del camino que eligió y de su lucha. Hoy solo puedo pedirle que sea fuerte, que intente resistir y que sepa que nosotros haremos todo lo que podamos para liberarlo y volver a verlo», apuntó Dimitri Protasevic­h.

Mientras, Anna Dudich, madre de Sofia Sapega, vive también su particular calvario. «Estamos en tal estado que no creemos que esto nos esté pasando a nosotros, a nuestra hija», asegura con los ojos llenos de lágrimas, a la BBC. «Estoy dispuesta a suplicar ayuda a cualquiera para que la vida de mi hija no se rompa», clama.

«Nos preocupa la salud de nuestro hijo y hemos solicitado que médicos le visiten a Roman, pero no han obtenido acceso»

Durante la última semana, doce disidentes han sido condenados a penas de prisión por las protestas de agosto

«Ningún opositor puede sentirse seguro hoy, ni siquiera en el extranjero», advierte Stepan Putilo, el editor de Nexa

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EFE Natalia Protasevic­h no puede contener sus lágrimas ante la Prensa, ayer en Varsovia

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