La Razón (Cataluña)

La guerra de las tres Emma

- Sergi SÁNCHEZ

Director: Craig Gillespie. Guión: Dana Fox y Tony McNamara. Intérprete­s: Emma Stone, Emma Thompson, Mark Strong, Joel Fry. EE UU, 2021. Duración: 134 minutos. Comedia fantástica.

Parece que nos hayamos olvidado de él, pero habría que remontarse a los arranques superheroi­cos del cine de Tim Burton para entender la pasión que despiertan los antihéroes en las produccion­es «mainstream» del siglo XXI. Cruella, como Batman –o, mejor dicho, como la Catwoman de «Batman vuelve»–, tiene sus razones para ser «mala», si es que la justicia poética y el ojo por ojo cuentan como «maldad». La «Cruella» de Craig Gillespie –no tan lejos de su anterior película, «Yo, Tonya»: relato en primera persona de feroces conflictos familiares– le debe mucho al cine de Burton: ahí están un diseño de producción espectacul­ar en clave de «glam-punk», un vestuario que envidiaría Vivienne Westwood y una querencia por la heroína bipolar, creativa y anarquista, huérfana a su pesar e incomprend­ida por el mundo. En este sentido, las coincidenc­ias entre «101 dálmatas» y esta excéntrica precuela, que la Disney concibe con el sesgo feminista que tan necesario parece en estos tiempos de igualdad, son detalles triviales, al menos en la primera parte. La cuestión es limpiar la imagen de una villana que, en el clásico animado, está dispuesta a despelleja­r a 101 perros para diseñar sus abrigos, y crearle una némesis peor que su futuro, la Baronesa, una diseñadora de moda cuya crueldad deja en ridículo a la Anna Wintour de «El diablo viste de Prada». Hablamos de Burton, de «Prada», y podríamos añadir la saga «Star Wars» y «Maléfica» a esta larga fórmula magistral que, por momentos, adquiere un encanto entre grotesco y sofisticad­o bastante simpático, y que, en otros, y esto es un mal endémico del cine comercial contemporá­neo, quiere ser demasiadas cosas a la vez. Cierto es que Gillespie no se ha dormido en los laureles, y con la connivenci­a de tres Emma (una Thompson, caricature­sca en su contención diabólica de alta costura; y dos Stone, una encarnando a Estella/Jekyll, deliciosa en su ironía vocal y su sumisión canalla, y otra a Cruella/Hyde, más rígida), consigue que la película se aleje de los «reboots» que la Disney está facturando para sacar provecho de su catálogo. Es una pena que, en el tercio final, parece sentir el impulso de reiniciar el relato justamente para acabar, y no de una forma precisamen­te orgánica, donde empezaba «101 dálmatas»; eso sí, la inclusión obliga, con un personaje afroameric­ano que cumpla cuotas.

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