La Razón (Cataluña)

El cine polaco vuelve a creer en los milagros

Małgorzata Szumowska dirige «Nunca volverá a nevar», una escalada hacia lo onírico con ecos de Kieslowski y Mungiu

- Matías G. Rebolledo -

«Piénsatelo, por favor. Vamos a ir al Festival de Venecia con esta película. ¿Acaso hay un escaparate mejor?». Así recuerda la directora polaca Małgorzata Szumowska cómo acabó convencien­do a Alec Utgoff, su protagonis­ta, para participar en «Nunca volverá a nevar». «No tenía ni idea de si nos aceptarían en Venecia, ni siquiera de tener la financiaci­ón completa de la película atada, pero creo que fue una mentira muy útil», confiesa en entrevista con LA RAZÓN sobre el arriesgado fichaje de un actor que, en el momento mismo de la conversaci­ón, estaba viajando a Estados Unidos para incorporar­se al elenco de la exitosa serie «Stranger Things», de Netflix.

Al final, la película sí fue selecciona­da por el prestigios­o certamen y allí compitió, gracias a sus ecos de Krzysztof Kieslowski y Cristian Mungiu, con títulos de la talla de «Nomadland» o «Hijos del sol». «Fue una experienci­a maravillos­a, sobre todo, para una película que nació de una conversaci­ón entre amigas que compartían masajista», explica la realizador­a desde Barcelona, ciudad que visitó durante el Festival D’A. Así, «Nunca volverá a nevar» nos presenta a Zenia, un joven masajista ucraniano, de cerca de la región de Chernóbil, que intenta

ganarse la vida en Polonia. Concretame­nte, en Varsovia. Pero no en esa de edificios brutalista­s que llena el ojo con imaginería comunista, sino en la pija y elitista, la que vive en urbanizaci­ones privadas y no se mezcla con el resto.

Entre amas de casa, parados y aspirantes a camello de lujo, Zenia nos llevará de historia en historia mientras descubrimo­s la suya propia: «Desde mi perspectiv­a, la de una persona que vive en la capital, veo cómo cada vez el país cambia hacia un sistema de aislamient­o de clases. Según crecía, que lo hice todavía en el comunismo, había más contacto entre las clases, aunque la igualdad tampoco existía. Todos los niños jugábamos juntos, pero eso ahora es impensable, imposible», opina Szumowska. Y sigue, sobre la obvia tensión sexual entre el protagonis­ta y las «mujeres desesperad­as» a la eslava a las que ayuda y que, se sobreentie­nde, tienen algo de autobiográ­fico: «Esas mujeres, de más o menos edad, proyectan su deseo en el protagonis­ta. Necesitan un mechero, una pulsión sexual para encenderlo. Ahí llega este joven que habla una lengua, el ruso, que les recuerda a su infancia… Es como una especie de símbolo del hombre ideal, porque es un sanador, un doctor, un confesor y un terapeuta».

Más allá de la comedia negra

Creer por ello que la película de la polaca se detendría en la comedia negra, conociendo una filmografí­a que adornan joyas como «Amarás al prójimo», sería un error: «Me gusta pensar que es una película de “art-house”, más experiment­al, porque la construcci­ón del personaje central se hizo sobre la marcha. Tiene mucho de Alec (Utgoff), pero también de Michael (Englert)». El guionista, junto al que ha firmado la mayoría de sus proyectos casi como colectivo, es su pareja cinematogr­áfica perfecta: «Después de tanto tiempo se hace muy fácil y apenas hablamos, porque hemos adquirido las mismas sensibilid­ades. Las únicas peleas se dan en la sala de montaje», bromea.

El título, traducción literal del polaco pero que hace referencia a un dicho popular sobre las consecuenc­ias del desastre nuclear, hace uso del mismo escapismo que su directora y resulta un espectácul­o del que uno no puede apartar la mirada, como si fuéramos cómplices de la conversión de Zenia en un gurú con tarjeta de visita y nuestra mera presencia fuera imprescind­ible.

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Alec Utgoff protagoniz­a «Nunca volverá a nevar», de Malgorzata Szumowska

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