Historia de una madre
Director: Viktor Kossakovsky. Guión: V. Kossakovsky, Ainara Vera. Fotografía: V. Kossakovsky, Egil Håskjold Larsen. Producción: Joaquin Phoenix. Noruega, 2020. Duración: 93 min. Documental.
A Kossakovsky se le da bien observar y registrar momentos clave de la construcción de una identidad. Lo hizo en «Svyato», cuando filmó la tarde en que su hijo descubría por primera vez su imagen en un espejo, aun a costa de privarle de superficies donde reflejarse durante los dos primeros años de su vida. «Gunda» también cuenta, a su modo, una toma de conciencia, en esta ocasión la de una cerda que asume su maternidad. Kossakovsky no necesita ya una cámara oculta, pero sí da la impresión de que la mirada que imprime sobre su animal protagonista y su piara de hijos es cualquier cosa menos intrusiva. Es uno de los muchos misterios de esta hermosa película, rodada en un prístino blanco y negro: imaginar la manera en que se ha calibrado la tensión entre la cercanía y la (aparente) falta de manipulación del sujeto que filma. Sin una sola palabra que castigue nuestros oídos, y con secundarios tan irresistibles como una gallina con una sola pata, la historia de Gunda, desde que sus cachorros empiezan a mamar hasta que se masca la tragedia, es la de las imágenes y sonidos del mundo natural. Cierto es que puede leerse como un alegato animalista (atrajo la atención del productor Joaquin Phoenix) que denuncia la crueldad de la pirámide alimentaria, pero Kossakovsky es lo suficientemente inteligente para que ese mensaje pueda fluir a partir de una historia universal. Decimos «mensaje», pero la grandeza está en que no hay más mensaje que la historia de una madre que aprende a serlo, feliz, y que sufre si no lo es.