Cómo aprender a decir adiós
Jo Sol viaja hasta el corazón del Pirineo Aragonés para hablar sobre el dolor frente a la muerte
Entre silenciosos ecos de tradiciones ancestrales, miedos atávicos agarrados a la garganta cultural del Pirineo Aragonés y valles desérticos por los que transita un enigmático hombre de nombre Armugán orbita la personal película del director barcelonés Jo Sol. En «Armugán», con sus encriptados simbolismos poéticos sobre la pérdida, invita a una reflexión reposada sobre el acompañamiento de aquellos que van a morir.
Firme defensor de la experimentación, Sol reconoce los riesgos de una apuesta como la suya. «Optar por un cine de autor como el mío sigue siendo una decisión imprudente, sin duda. Pero al mismo tiempo te da fuerza para resistir, para poder influir en el relato cultural aportando planteamientos a contracorriente tanto a nivel de contenido como a nivel de propuesta estética o narrativa», afirma.
Dimensión simbólica
Y el realizador añade que, «sin duda, apostar por esa dimensión simbólica y poética es un lastre para ayudar a que la película se conozca y el público vaya a verla, pero por otro lado sabes que el tiempo juzga las cosas con otros criterios y el valor en cuanto a la aportación colectiva de un estilo personal es particularmente importante. Sobre todo, si valoramos valoramos la diversidad en el cine y la mirada crítica».
La clave está, tal y como asegura, en «conseguir mover al espectador de ese lugar de privilegio desde el que contempla una película. ¿Quién no tiene o va a tener alguna experiencia relacionada con el adiós, con el acompañamiento pre-mortem?». Asimismo, el siempre polémico asunto de la eutanasia late en el filme, pero de una manera menos evidente, clara y explícita: «La película intenta superar ese límite de la obviedad que a veces lleva aparejada la eutanasia. Quien sufre debe tener derecho a morir, pero también entran otros plateamientos, como qué hacemos con las personas que no soportan el peso de la vida», se pregunta el director.